dimecres, de setembre 21, 2005

El día a día

Por más que me esfuerce no logro entender el sentir de ciertos cristianos. No, no logro entender. Y la razón no es otra que viendome a mi, día a día, luchando por hallar la verdad de Dios, aquella que solamente el Espíritu Santo puede mostrarme. Sin ninguna unción, sin ningún sentimiento especial, sin nada que me de muestras en mi, que Dios está ahí, a mi lado, dandome su apoyo...

Día a día oro apartado del mundo, yo solo. Día a día le pido a Dios que me muestre como hallar el camino. Día a día le pido a Dios que me de unción, pero no: todo parece estar seco en mi, todo parece oscuro, todo parece confuso, y... Dios no parece darme nada. No, Dios parece que se alejo de mi, que me dejo solo ¿en qué le fallé? me pregunto una y otra vez...


Pero es ahí, en la más profunda de las soledades, en los momentos mas angustiosos, cuando comienzo a ver la verdad, la única verdad: que ya no soy de aquí, que mi vida ya no corresponde a este mundo, que ya no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mi. Es ahí cuando comienzo a dislumbrar la verdadera paz... !cuando dejo de sentir!

Sí, mi cuerpo empezó a dejar de sentir, de desear, de querer, de luchar, dejo de ser... pués morí. Morí al mundo, a los deseos, a los sentimientos, a... !mi anterior ser! y miro atrás y siquiera puedo pensar en volver allí, al mundo; porque nada, absolutamente nada hallaré que me de la paz que logré cuando en verdad renuncié a todo mi aterior ser. Porque nací de nuevo par servir hasta el fin de mis tiempos a Jesucristo, mi fiel amigo.

Padre: hazme morir más y más, pues quiero llegar a la verdad que hay en ti.