dilluns, de maig 07, 2007

Historias y cuentos...

Historias y cuentos interminables. Historias y cuentos interminables… y más, y más, y más… y parece no tener fin. No, parece no tener fin.

Por la gracia de Dios y en su misericordia, uno, cree haber conocido al Hijo, y se entrega, y lucha, y se esfuerza, y llora, y sufre, y anda, y cae, y se levanta, y duele, y sigue, y llega a un punto en que la Luz y de nuevo le llega, y ve. Y tanto que ve. Ve como todo son cuentos e historias interminables de antepasados, de hombres. ¿Y saben?, al final, nuestros oídos y ojos están tan dolidos, tan cansados, que al final, solo pueden fijarse en Aquel que lo es todo.

Sencillez y humildad. Dos palabras. Sencillas, muy predicadas, pero que en verdad y por bocas, uno termina viendo que siempre es lo mismo: historias y cuentos interminables. De religión, de iglesias, de hombres, de leyes, de mandatos, de preceptos, de cómo, de cuando, de donde… No. Es necesaria mucha atención y dedicación por tal de oír Su Voz; sencilla, caballeresca y educadísima, tanto, que apenas el mundo intercede se convierte en inaudible. Por lo tanto, las historias y cuentos interminables sobre antepasados y demás cansan, y tanto.

¿Quieres hablar de Cristo? Hablamos. ¿Quieres hablar de historias interminables? Mejor callamos. Estoy cansado. El tiempo apremia, y el sentido de las cosas del mundo ya en nada me llena. Por ello y claramente te digo:

En Cristo, en Él, te bendigo.