divendres, de setembre 09, 2005

Diezmos y ofrendas

Pocas son las congregaciones que no estén viviendo el problema de los diezmos y las ofrendas. Bástenos visitar algunas de ellas para darnos cuenta de cuanta insistencia hay sobre este tema en particular. Pero sepan todas ellas que cuando tiene lugar este problema, es porque no se está sembrando conforme a la voluntad de Dios.

Personalmente les diré, porque así me lo hace ver el Espíritu Santo, que este problema tiene lugar por una falta de verdadera sana enseñanza. Digo esto, porque en la mayoría de estas congregaciones se insiste en predicar que: hay que dar, para que Dios nos de a cambio. Error grande este, pues todo aquel que da con la intención (auque sea en lo más profundo de su yo) de recibir algo a cambio, no esta dando, sino comprando, o si se prefiere, invirtiendo para recibir algo a cambio de Dios, y que por lo general se espera o se cree, será en proporción superior a lo que se dio.

Hermanos: Dios no debe nada a nadie, porque nada es nuestro, sino que todo, absolutamente todo es de Dios, y por ello, todo cuanto poseamos es porque, Dios, primeramente nos lo dio (somos administradores de sus bienes, que no es lo mismo). Ahora bien, es natural que en aquellos que aun son creyentes, que no cristianos
(otro día les hablaré de esto) no logren entender que todo cuanto ellos tienen o puedan tener, les fue o será dado por Dios. Siendo la razón principal de esta su creencia, que aun andan conforme la carne y no conforme el Espíritu. Por ello, su entrega aun no es total a Dios en Espíritu, y por ello continúan, digámoslo así, guardándose el maná para el día siguiente, por si de caso les falla Dios.

El diezmo y las ofrendas que le agradan a Dios, son aquellas que son dadas de forma totalmente voluntaria, sin esperanza de recibir nada a cambio. Es decir: aquellas que se dan por amor al prójimo y por consiguiente a Dios. Las ofrendas que en verdad le agradan a Dios, son aquellas dadas de todo corazón, dadas porque así nos lo demanda Dios. Y estas ofrendas no siempre son referidas a dar dinero, porque hermanos, muchas otras cosas son en verdad ofrenda grata a Dios, como ahora: dar ayuda al necesitado, corregir al que anda equivocado, dar vista a los ciegos, liberar a los esclavos, o simplemente: el barrer al terminar el culto, el centro de reunión. La verdadera ofrenda es aquella que se hace por amor verdadero a Dios. Nuestro Padre no quiere que demos diezmos y ofrendas de forma puntual, y menos aun con la intención de recibir algo a cambio, sino todo lo contrario, lo que le agrada a Dios Padre es que todo nuestro ser sea ofrenda viva y grata para su gloria. Lo que el Padre nos demanda es que seamos tal cual nos enseña nuestro Señor Jesucristo… ¡verdaderos siervos de Dios! ¡verdaderos administradores de su bienes! ¡bienes que Él nos dio!

Aunque es un tema que da mucho más de si, no es este lugar para largos documentos, por ello solo les diré y para terminar, que: todas aquellas congregaciones que necesitan de repetir una y otra vez que hay que diezmar y ofrendar, denotan que en ellas hay una falta de sana enseñaza hacia sus fieles, enseñanza no conforme a la demandada por Dios. Que no es otra que: el no enseñar el verdadero por qué del diezmo y las ofrendas. Tengamos en cuenta que la sana enseñanza no es el dar para recibir, sino, el por qué dar sin buscar el recibir.

Cuando un creyente comienza a ser guiado por el Espíritu Santo, este, le muestra el por qué de muchas cosas que hasta entonces no lograba entender desde su condición carnal, pero conforme el Espíritu Santo obre en sus vidas, estas actitudes que denotan una clara carnalidad, irán desapareciendo (muriendo) en ellos. Hermanos: si lo hacemos así, permitiendo que obre en ellos el Espíritu Santo, veremos como en poco tiempo y de forma natural y voluntaria los creyentes comenzarán a dar frutos, como ahora: el diezmar y el ofrendar, sin límites ni duda alguna. Y no solo en cuanto a dinero se refiere, sino en muchos otros aspectos que día a día les demandará Dios.

Hermanos: no tratemos de imponer, al contrario, limitémonos a dar a conocer las virtudes de aquel que nos llamó a su luz y dejemos que sea Él y solo Él, quien les alumbre día a día en su camino. Pero eso si, primeramente deberá haber luz en nosotros mismos, porque sino, no habrá… ¡Que Dios les bendiga!