dimarts, d’agost 30, 2005

La marca de la bestia

Estos días ha llegado hasta mi un documento en el cual se indica que cierta empresa, asociada con una importante compañía de tarjetas de crédito, anda comercializando cierto micro-chip, el cual y para su correcto funcionamiento, está comprobado que ha de ser insertado o bien en el cuero cabelludo, o bien en la mano derecha de quien decida llevarlo. A lo que algunos rápidamente se han sumado a pensar que esta es pues, y de forma casi clara, la marca de la bestia. Por ello, cabe pensar que la bestia serían las compañías que la comercializan, por citar una posible bestia, y en el caso de ser cierto este rumor.

Estimados hermanos: no se cual es la razón que lleva a pensar que la marca de la bestia es algo visible y palpable, cuando claramente la Biblia nos indica, que hay que nacer de nuevo en Cristo. Y el que nace de nuevo, nace del Espíritu, y espíritu es. Quiero decir con esto, que la marca de la bestia, solo puede ser visible por todos aquellos creyentes que en verdad han nacido de nuevo y andan conforme al Espíritu.

Tengamos presente que el primer versículo de Apocalipsis ya nos dice claramente que: “Esta es la revelación que Dios hizo a Jesucristo, para que él mostrara a sus siervos lo que pronto ha de suceder. Jesucristo lo ha dado a conocer enviando su ángel a su siervo Juan” (Ap 1.1) claramente lo dice, es la revelación que Dios hizo a Jesucristo para que él mostrara a sus siervos. Repito: sus siervos! No dice al mundo, ni a los paganos, ni tan siquiera a toda la humanidad, sino a sus siervos. Por ello, tratar de aplicar la marca de la bestia a cosas mundanas y terrenales, anda muy lejos de la verdad del mensaje que nos quiere mostrar Apocalipsis.

Tengamos muy en cuenta, que satanás sabe muy bien que tiene los días contados, y por ello, no duda ni un instante en tratar de hacer ver a aquellos que no andan aun por el camino de la verdad -guiados por el Espíritu Santo- aquello que, estos, quieren ver como la bestia o marca de la misma. Satanás sabe a la perfección, que cualquier siervo de Dios, cualquiera que anda en el Espíritu Santo, no puede ser tan fácilmente engañado, ya que todos ellos saben muy bien, que la bestia y la marca de la misma, no están más allá del llamado hoy; "pueblo de Dios". Tengamos en cuenta que el mensaje que hay en Apocalipsis fue dejado para los verdaderos siervos de Cristo. Por ello, y si tenemos en cuenta donde se mueven estos siervos -por entre el pueblo de Dios- la referencia a la bestia y la marca, no hay que buscarla más allá de los que dicen llamarse "su pueblo", porque como bien sabemos, no todos los que dicen llamarse hijos de Dios, en verdad lo son. Aquel que sepa quién o qué es la bestia y cual su marca, también sabrá diferenciar qué o quién es trigo limpio y qué la cizaña.

Si repasamos Éxodo, Ezequiel... entre otros libros del A.T. veremos que Dios mismo nos indica de forma figurada que todo aquel que no tenga su marca en la frente, en el cuerpo, en la mente, etc... dependiendo del versículo que hallemos, o bien no serán dignos de Él, o bien recordarán con ello, lo que por ellos hizo Dios, entre otras cosas. No estaría de más repasar el A.T. antes de hacer afirmaciones de qué o quién es la bestia y su marca.

Por lo expuesto, tengamos mucha precaución a la hora de tratar de identificar la bestia y la marca de la bestia, porque por desgracia, ya está aquí y su marca ya la llevan más de la cuenta. Demasiados para ser más acertados.

"Ustedes juzgan según los criterios humanos. Yo no juzgo a nadie" (Jn. 8:15)

dilluns, d’agost 29, 2005

¿Qué me dijo Juan el Bautista? (II)

Mat. 3.3: Juan era aquel de quien Dios había dicho por medio del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto:
‘Preparen el camino del Señor;
ábranle un camino recto.’ ”

En este versículo la palabra “voz” indica mensaje. En concreto, mensaje que oye el alma del creyente y que no depende del oído humano, sino del oído del Espíritu de la persona. Para ello, el creyente, deberá estar preparado, espiritualmente, para recibir el mensaje que hay oculto en los evangelios. Así mismo, es necesario para recibir el Espíritu Santo, haber creído, en verdad, que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (Jn 20.31), haberle pedido, personalmente, tener vida en Él, y a la vez, arrepentirse de corazón de todos los pecados cometidos antes de la conversión.

Quiero aquí, antes de continuar, destacar que no existe forma humana para hallar el mensaje oculto de los evangelios (la Palabra revelada), ya que solamente se puede llegar a él por revelación del Espíritu Santo. Digo esto, por todos aquellos que defienden (demasiados en la actualidad) que para ser siervo de Dios (principalmente en ministerios de “honor”), es necesario haber cursado estudios teológicos o bíblicos reconocidos. Sí, está bien disponer de este tipo de estudios, pero estos, jamás, llevan a conocer “la voz de los evangelios”. Sólo el Espíritu Santo tiene el privilegio de dárnoslo a conocer conforme al propósito de Dios, desde antes de la creación, para nuestra nueva vida en Cristo. Repito: ¡NUESTRA NUEVA VIDA EN CRISTO!

Mientras no estemos preparados para discernir el Espíritu Santo, no podremos oír la verdadera “voz del evangelio" (la Palabra revelada). En otras palabras: sin la presencia activa del Espíritu Santo en nosotros, no hay revelación alguna por parte de Dios. Ahora bien: Dios, como perfecto conocedor de nuestro corazón, en momentos determinados (siempre y cuando le hayamos pedido en verdad y de todo corazón que venga a nuestra vida y que la transforme para ser verdaderos siervos suyos “entiendase la verdad del bautismo”) nos mostrará pequeñas revelaciones relacionadas con nuestros sentimientos y anhelos carnales, a través de las cuales y en un principio, nos indicarán lo que Él espera de nosotros. Estas pequeñas muestras de revelación siempre van encaminadas a mostrarnos aquello para lo cual Dios nos ha llamado. Recalcar que primeramente nos mostrará nuestros deseos conforme a nuestra condición terrenal. Pero conforme Jesús, y a través de su Palabra -evangelio- vaya trabajando en nuestras vidas, iremos viendo que hay que dejar de lado lo que hay en ello carnal, para llegar en total plenitut a ofrecérselo a Dios desde una condición totalmente Espiritual. Quede claro que hasta que no sea totalmente nuestra entrega en Espíritu, no estaremos preparados y no tendremos permiso de Dios para actuar (véase pentecostés y la conversión de Pablo). Es imprescindible para todo ello poner nuestra vida en las manos del Señor y confiar plenamente en Él (Salm. 37.5) y seguir siempre el camino que Él nos señale (Job 23:11)

Para poder llegar a entender el mensaje que Dios nos quiere dar a conocer a nosotros en particular, es necesario que antes, y al igual que Jesús, seamos llevados al “desierto”, donde seremos puestos a prueba por el Señor y el diablo. La prueba consiste en humillarse totalmente ante Dios, mostradole así y conociendo nosotros a la vez, aquello que hay en lo más profundo de nuestro corazón. Pasaremos todo tipo de pruebas (Deut. 8:2) por las cuales, y si son satisfactoriamente superadas, estaremos en condiciones de recibir la Palabra revelada y el poder del Espíritu Santo. Durante este tiempo que es indeterminado (dependerá de cada cristiano en particular), tiene que aprender lo que es en sí mismo, y conocer al Dios de toda gracia con quien tiene que ver. Hay una necesidad de una dependencia constante o hay fracaso, en tanto que la experiencia se consigue de conocer a Aquel que nunca deja de socorrer, y donde si pasamos las pruebas saldremos con la armadura dada en (Ef. 6:11), para mantenerse firmes frente a las asechanzas del diablo. Para esto se tiene que estar consciente de estar muerto y resucitado en Cristo.

Este paso por el “desierto” nos mostrará el camino que deberemos seguir, que no es otro que poner nuestra vida en manos del Señor con total humildad y confianza plena en Él.

Ánimo hermano!. Juntos adaremos el buen camino.

Carta para un hermano pastor

No hace deamasiado tiempo escribí esta carta a un buen hermano en Cristo, el cual, es pastor de una pequeña congregación. Aunque era para él en concreto, días después el Espíritu Santo me mostró que el mensaje que hay en ella es aplicable a muchas de las actuales congregaciones cristianas de todo el mundo. Por ello, aquí os la muestro:

“Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia”. (Prov. 2:1-6)


Querido Hermano:

Se que te resultará curioso el que hoy te escriba empezando de esta manera, es decir, con estos versículos y el texto que a continuación compartiré contigo. La razón no ha sido otra que le he pedido a Dios que me diese un versículo, un solo versículo relacionado con aquello que hoy ha puesto el Espíritu Santo en mi corazón. Después de orar, he abierto la Biblia y leí estos versículos. Aclarado esto, pasaré a compartir aquello que hoy en verdad ha puesto Dios en mi, y en esta ocasión, para ti de todo corazón.

Hace quince días, mi mujer, se encontró una pequeña golondrina que había caído del nido. Desde el principio teníamos claro que no duraría mucho, porque bien sabemos que este tipo de pájaros no pueden vivir en cautividad. Bien, esto es al menos lo que sabíamos. Fueron pasando los días y, la pequeña golondrina, en vez de morir, cada día esta más juguetona, más cariñosa, hasta el punto que, cosa curiosa; llegó a acudir a nosotros con solo llamarla. Más que una golondrina parecía un perrito faldero. En verdad te digo hermano, en verdad te digo, que esto ha sido una de las experiencias más entrañables de mi vida. Era realmente como si fuese un perrito faldero, acudía al llamarla, se ponía en nuestros brazos, dormía en nuestro pecho, en fin, una verdadera maravilla.

Fueron pasando los días y fuimos cogiéndole cariño. En verdad todos los de casa estábamos pendientes de ella y encantados de su presencia. Le dábamos de comer, le dábamos de beber, en fin, pusimos en ella todas nuestras esperanzas. Tantas, que hasta le pedí a Dios que no muriese, que me dejase al menos cuidar de ella hasta que llegase el momento de que estuviese preparada para la libertad. Es más, soñaba con que un día volvería aquí, a mi casa –su casa-, para hacer un nuevo nido, como siempre hacen las golondrinas, que ha pesar de su libertad… vuelven, vuelven donde han nacido, donde empezó su nueva vida.

Hermano: lamentablemente hoy murió la pequeña golondrina, murió a pesar de todas nuestras atenciones, cariño y dedicación, la golondrina, la pequeña y entrañable golondrina que Dios nos dio… murió.

Me quedé perplejo, pues apenas unas horas antes la vi comiendo, aquí, en mi propia casa. Estaba llena de aparentemente vida, llena de ganas, de amor… de nada, porque murió, murió sin decir nada.

Eso creí en un primer momento, que había muerto sin decir nada, pero no, la golondrina si que habló, habló a lo más profundo de mi corazón. ¿Y como lo se? te preguntarás, porque al pedirle a Dios explicación, él, me lo reveló:

Querido Pastor:

No se cuantas veces le he preguntado a Dios ¿por qué?, por qué no me daba una respuesta a lo que día a día veía. Por qué no me mostraba el problema que allí, en la iglesia de Cristo,
había. Y al fin, después de tanto y tanto pedir a Dios, al fin, respuesta me dio.

La respuesta me la dio el Espíritu Santo al mostrarme por qué la pequeña golondrina murió. Ella, a pesar de nuestras atenciones, a pesar de nuestros esfuerzos y a pesar de sus ganas de seguir viviendo. Ella, la pequeña golondrina no halló, aquello que en verdad quería, y que no era otra cosa que verdadera comida.

Nosotros le dimos de comer, aquello que ella no pedía, por mal que ahora nos sepa, le dimos de comer aquello que nosotros creíamos, pero que no, no era lo que ella pedía. No se lo dimos por no prestar en su momento atención a la realidad de su vida. Hermano: las golondrinas comen insectos, ahora, demasiado tarde lo sabemos, cuando al mirar al cielo vi… golondrinas comiendo, ¡comiendo insectos! Por desgracia, nosotros le dimos aquello que creíamos que para ella era bueno, pero sin preguntar primero. Consecuencia: la pequeña golondrina murió, murió por no mirar yo, primeramente y ante todo, al cielo.

Hermano: en otras palabras, las congregaciones necesitan de verdadero alimento. Alimento en verdad para el Espíritu y tú, sabes bien donde esta la fuente de este, nuestro alimento. En la verdadera Palabra de Dios, la que sale de dentro, la que nos revela el Espíritu Santo por revelación y discernimiento.

Hermano en verdad te digo: vuelve al principio de tu relación con Dios y comparte verdadero alimento. Búscalo en la Biblia, deja que ella, la Palabra, te hable al corazón. Pídele a Dios que te muestre como hacerlo, o que ponga en tus manos, alguien para ello.

Recuerda: Ora, ora para que no sea yo, sino Dios, el que te muestre la verdad que hay en ello.

Querido hermano: con todo el corazón y más que nunca, en verdad te digo que todo es cierto, y que no fui yo, sino Dios, quien puso esto hoy, y para ti, en mi corazón.

Que Dios te bendiga.

dilluns, d’agost 22, 2005

Hablando con la samaritana

Juan 4.21: "Créeme, mujer, que llega la hora en que ustedes adorarán al Padre sin tener que venir a este monte ni ir a Jerusalén".

Hermosas palabras dirigidas por Jesús, el Hijo de Dios, a la mujer samaritana. Largos fueron los días dedicados a ellas. Como bien había dictado en mi corazón, el Espíritu Santo; era mi deber profundizar en todas aquellas lecturas que de una forma u otra me tocasen. Sabía muy bien que antes de juzgar, yo debía saber, lo que ellas, las Palabras de Dios, me decían. Para en verdad saber; era necesario que las escuchase, las sintiese, las amase, las escudriñase... Tenía que dejar que el espíritu que las habita fluyese en mi corazón. Para ello, era primordial que las adaptara a mi tiempo, forma de ser y a mi testimonio real ante Dios. Solo así podría saber lo que en verdad Él quería que yo supiese de su propósito en mi. Propósito que Dios Padre había previsto para mi, desde el principio de los tiempos.

Después de meditarlas y a la espera que el Espíritu Santo me hiciese ver la verdad dictada en lo más profundo de mi ser. Finalmente llego la luz que tanto esperaba. Es una sensación extraña pero perfectamente comprensible. Es, digámoslo así, un sentimiento en el que ves que por encima de los pensamientos, de los conocimientos, de lo oído y visto; existe en ti, un dominio que te impide que cambies la verdad que, Él, te muestra. Aquello que Dios dicte en tu corazón, nada ni nadie podrá jamás borrarlo.

Por medio de la lectura de (Jn 4.1-42), el Espíritu Santo me mostró, en parte, el verdadero sentido por el cual, el Hijo de Dios, vino al mundo. Cuando Jesús me dijo: “…ya llega la hora en que ustedes adorarán al Padre sin tener que venir al monte ni ir a Jerusalén… (Jn. 4.21)”, en verdad, pude ver y comprender; que ya habían terminado los tiempos en que el mundo –su mundo– hubiese de acudir a ningún lugar por tal de adorarle. Había llegado la hora en que cada uno de nosotros –sus hijos– le adoraríamos de una forma personal. Jesús vino a los suyos para mostrarles el camino y la verdad que llevan al Padre.

Sin importancia que sea hombre o mujer, que pertenezca a una raza u otra… todos y cada uno de los que creen que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, tendrán vida en Él (Jn 20.31). Todos aquellos que en verdad lo crean, serán hijos de Dios. No porque la carne lo haya deseado, sino porque Dios mismo los engendró (Jn 1.13).

Desde el principio de los tiempos, Dios, como buen Padre, se ha dirigido personalmente a sus hijos. Pero como bien dicen las Escrituras: “...muchos son llamados, pero pocos escogidos (Mt 22.14). Tan solo aquellos hombres y mujeres que entreguen su vida por completo a Dios. Todos aquellos que en verdad hagan aquello que Él les dicta en su corazón. Todos y cada uno de los que desoyen cualquier mensaje que no sea por Él dictado en lo más profundo del ser… alcanzaran la gloria que Dios mismo les prometió. Porque Dios nos habla. Dios nos guía. Dios nos instruye… todos y cada uno de nuestros días. Tan solo debemos estar dispuestos a escucharle y si en verdad creemos y tenemos verdadera fe, lograremos entablar nuestra relación personal con Él, y mediante ella, sabremos cual es nuestro deber ante Él. Todos tenemos un deber ante Dios. Deber que solo Él puede mostrarnos a través del mismísimo Espíritu Santo que Jesucristo, en la muerte, nos dio. Dios siempre cumple sus promesas.

Para que Dios nos guíe, es necesario que nazcamos de nuevo. Es necesario que el Espíritu Santo renueve nuestra mente y que empecemos de nuevo, y esta vez, de forma humilde (totalmente quebrantado, te digo yo), para hallar la verdad que Él quiere mostrarnos a nosotros. Esta verdad solo nos será mostrada cuando verdaderamente nos rindamos a Dios por medio de su único Hijo, Jesucristo. Para en verdad entregarnos al Señor, necesariamente ha de ser con todo nuestro cuerpo, con toda nuestra mente... !con todo el ser!. El Padre tiene grandes cosas previstas para nosotros, pero primeramente deberemos hallar el reino de Dios… Lo demás vendrá por añadidura.

La conversación que mantuvo Jesús con la mujer samaritana, está llena de estos matices. En ella se ve claramente la verdadera intención que Cristo, nuestro Señor, nos quería hacer ver. Pero esta verdad de su mensaje no está en aquello que se lee a primera vista, sino en aquello que nos es revelado, por el Espíritu Santo, mediante la Palabra, y que está oculto en Ella. Solo el Espíritu de Dios nos puede mostrar, aquello que ha permanecido oculto desde el principio de los tiempos, y que Dios, y solo Él, por medio de su único Hijo, Jesucristo, mostrará al mundo a su debido tiempo. Tiempo que Dios ya tenía previsto desde antes de la creación.

Empecemos pues a ser verdaderos hijos de Dios, y para ello, nada mejor que empezar a leer, meditar y escudriñar, todos los días, un poco más su Palabra. Porque su Palabra es vida. Su Palabra está viva. Su Palabra nos dará la vida eterna prometida. !Pero cuidado! imperiosamente deberemos poner por obra, primeramente en nosotros mismos, aquello que nos muestre la Palabra, depués, y cuando Dios así lo disponga, lo pondremos por obra en el mundo -su mundo-.

Bendiciones de lo alto, hermano. !EL REINO DE DIOS SE HA ACERCADO!

Todo cuanto el Espíritu Santo hace en mi, así es, así te lo cuento.

diumenge, d’agost 21, 2005

¿Qué me dijo Juan el Bautista? (I)

Mediante la misión encomendada por Dios a Juan el Bautista, el Espíritu Santo me reveló, en parte, la esencia misma del mensaje de Cristo, a su siervos. Es decir: al escudriñar detenidamente (Jn. 1.6-9), me fue mostrado claramente por el Espíritu Santo, aquello que corresponde a un siervo de Dios hacer con aquellos a quienes transmite su mensaje o enseñanza: ser un testigo humilde -luz para el camino-, tanto interna como externamente, que da testimonio de Aquel que es la Palabra y la Luz verdadera, por medio no solo de aquello que diga, sino del modelo de su vida misma, que no es otro, que el de nuestro Señor Jesucristo.

Los siervos de Dios tenemos muy claro que no somos la Luz -está en nosotros, pero no somos la Luz-, porque la Luz lo es uno solo, Jesucristo. Por ello, los verdaderos siervos de Dios, nos “limitamos” a dar testimonio o poner por obra, aquello que nos ha sido revelado por la Luz, y que no es otra cosa; que hacer ver que Aquel que es la Palabra y la Luz verdadera, no viene al mundo, sino que está aquí y que cualquiera que tome como referencia nuestra vida, obra y cruz, esta tomada a la vez de Jesucristo, ellos, los receptores del mensaje, también llegarán a ver la Luz verdadera: verán a Cristo, vivirán en y por Cristo.

La obra de Dios por medio de Juan el Bautista nos muestra un antes y un después: primeramente nos hace ver que todo en él fue obra de Dios y no de hombres. Ya que Juan vivió toda su vida en el desierto, fuera del alcance de cualquier influencia doctrinal o religiosa (vease con buenos ojos esto último). Sólo cuando estaba plenamente preparado y llegado su momento, apareció en público para dar a conocer el mensaje que Dios había predispuesto en él, y que no era otro, que anunciar simple y llanamente la venida de Aquel que “todos” estaban esperando: el Mesias, Jesucristo, el único que ha de ser seguido. (siempre habrá seguidores del mensajero, pues Juan mismo los tuvo, pero estos siempre andarán dudando, perdidos y lejos de la verdad y el buen camino).

Por otra parte: una vez Juan el Bautista dio a conocer quien era Aquel que "todos" estaban esperando, termino su obra, y por consiguiente, su ministerio aquí en la tierra. Fue el Espíritu Santo quien me hizo ver, a través de la Palabra y obra de Juan el Bautista, que una vez hemos dado a conocer a Aquel que anunciamos, y este -Jesús- ha entrado en verdad a gobernar la vida del creyente por medio del Espíritu Santo, este deja de ser responsabilidad del mensajero (siervo), pues el creyente que ha aceptado verdaderamente el mensaje, pasa ha ser guiado por Jesús mismo a través del Espíritu Santo. De ahí lo indicado por Juan el Bautista en (Jn. 3.30). Ahí "termina" la obra del siervo de Dios en el "niño creyente".

Ahora, este nuevo "joven siervo", y una vez terminado su aprendizaje de la mano de Cristo, empezará su ministerio en aquello que haya predispuesto Dios, en y para el nuevo siervo. En otras palabras: damos a conocer como llegar a Jesús y "nos apartamos" cuando veamos que en verdad reposa en el creyente el Espíritu Santo; pues ya poco más -sólo consejo a sus dudas- podemos aportarle. Es aquí, entre otras cosas, donde están fallando tantos y tantos intentos del hombre por llegar a establecer el reino de Dios aquí en la tierra, ya que no se dan cuenta que no se trata de retener a los creyentes a -digamoslo así- toda costa, en una determinada congregación para que crean y acepten aquello que allí se les enseña como única verdad verdadera, sino todo lo contrario: hay que mostrarles el camino y la verdad, y una vez lo hallen y conozcan, dejar que anden "a solas" con Cristo, por medio del Espíritu Santo prometido.

!Mi Señor Jesús, ven pronto!

Todo cuanto el Espíritu Santo hace en mi, así es, así te lo cuento.

divendres, d’agost 19, 2005

El principio

Cuando mi Señor se me dio a conocer, me encontraba yo en una situación que tan solo Él conoce. Digo tan solo Él, porque siquiera yo soy capaz de recordarla. Estando solo, perdido y sin sentido en la vida, Él me tendió su mano y me dio conocer la verdad. Pero esta verdad no era la que el mundo –su mundo– me había mostrado, sino una más profunda y que tan sólo Él, podía revelarme por medio del Espíritu Santo prometido.

Fueron momentos llenos de alegría. Momentos en los que de nuevo me sentí nacer. ¡Sí, nacía de nuevo!. Otra vida, otros pensamientos, otro ser, otros… Había en mi una fuerza extraña que corría todo mi ser. Una fuerza infinita. Era como una luz que nunca se acaba...

Fue entonces cuando pude ver y comprender que la humanidad perdía día a día el temor a Dios. Que cualquier cosa o persona estaba por encima de Él. Nadie ya se acordaba de Sus Palabras. Palabras llenas de consejos, de enseñanzas, de advertencias… Palabras que tan solo un Padre puede darle a su hijo amado. Ya nadie le respetaba. Al contrario: habíamos vuelto ser aquello que Él mas detesta. Habíamos vuelto a creernos dioses; juzgábamos, imponíamos, decretábamos, excluíamos, detestábamos, impedíamos, obligábamos… conforme nuestras voluntades y no las de Dios. Estábamos negando al mismísimo Espíritu de Dios, el mismísimo Espíritu Santo que su Hijo con su muerte nos dio. Nuestros actos no sólo nos impedían llegar a conocerle, sino que impedíamos con ellos que los demás –aquellos que en verdad quieren conocerle– le conociesen.

Día a día recurrí a lo que el Padre en su momento me enseñó, aquello que con tanta paciencia y amor me mostró como único camino para llegar en verdad a entenderle, a respetarle, a quererle. ¡De nuevo volví a orar!. Esta vez con voz fuerte y rasgada le Dije:

-Padre y Señor mío, tu que me sacaste de lo más hondo de la humanidad. Tu que me diste de nuevo la vida. Tu que me rescataste de las tinieblas donde yo vivía. Padre ¿por qué?. Por qué me sacaste de la miseria infinita de la humanidad para mostrarme que nada ha cambiado. Que nada ha dejado de ser como desde el principio. ¿Por qué?. De nuevo le pregunte…

No fue una respuesta inmediata, más bien todo lo contrario. Fue una respuesta lenta, de larga espera. Una respuesta que se hizo en ocasiones desesperante y en otras desinquietante, una respuesta que me hacía morir... Una y otra vez oía como el dictado más profundo de mi corazón y a través de la oración me daba la misma respuesta. ¡Desde el Principio! ¡Desde el Principio!… Sí, una y otra vez resonaban en mi interior como tambores de guerra las mismas palabras ¡Desde el Principio!...

Fueron pasando los días y con ellos, mi desconcierto iba en aumento. No lograba entender el por qué de esa insistencia por parte de aquel que hacía apenas unos meses atrás me había mostrado un camino mejor. El único. El que en verdad me llevaría al reino de Dios. Me sentía angustiado y de nuevo perdido en la más grande de las soledades. Me sentía de nuevo vacío, solo y desorientado. Tan solo podía preguntarle una y otra vez… ¿Por qué Padre? Dime el por qué. De repente, cuando ya estaba al límite de mis fuerzas, cuando creía que todo había sido una vana ilusión, que quizás todo había formado parte de mi imaginación. Le oí de nuevo, y esta vez, con más fuerza que nunca me dijo:

- Acuérdate del principio de nuestra relación. Acuérdate de quien te sacó. Acuérdate de nuestro pacto. Ten fe en aquello que viste escrito en tu corazón. Cree en aquello que yo te mostré en lo más profundo de tu ser.

Finalmente logré; logré entender aquellas palabras que durante tantos días habían estado quemando mi interior. Ahora ya sabía su significado. Ya sabía lo que de mi Él quería. De nuevo se producía en mi el milagro. Una vez más el Padre mostraba su plenitud, su poder, su gloría y lo que más… de nuevo me dignificaba como ser. Entonces caí postrado a sus pies y le pedí perdón por haber olvidado el mandamiento que en el principio de nuestra relación me dio:

-Sírveme solo a mí, porque soy un Dios celoso y no permito ser compartido con nadie. Yo soy tu Dios. Sólo Yo fui capaz de sacarte de donde estabas, y no dejaré que nadie te aparte de mi. Haz saber a todos que Yo de nuevo vengo y que nadie ya volverá jamás a quitarme ninguno de mis corderos. Levántate y dile al mundo entero. !EL REINO DE DIOS SE HA ACERCADO!.

Todo cuanto el Espíritu Santo hace en mi, así es, así te lo cuento.

dimarts, d’agost 09, 2005

Nuevos tiempos, nuevo Blog

Nuevos tiempos corren en las llamadas iglesias del Señor. Tiempos corren en que en verdad se van a ver verdaderos cambios, estos ya, para los tiempos finales.

Auque todo estaba previsto por Dios Padre, no así lo estaba la forma en que transcurrió. Dios Padre dejó que los hombres hicieran aquello que deseaban, para tratar de establecer aquí en la tierra y por su cuenta, el reino de Dios; pero por desgracía, los hombres no vieron, y por ello, no han sido capaces por si mismos de conseguirlo. Pero tranquilo hermano, estaba así por Dios Padre previsto. Es por ello que en estos tiempos finales, nuestro Dios Padre y por medio de su hijo primogénito, Jesucristo, tomará las riendas. Él mismo será el responsable de unificar a su verdadero pueblo, y ello, para que nadie pueda gloriarse de nada más que no sea el haber llegado a ser en verdad, y por su gracia, hijos de Dios.

Desde este nuevo Blog trataremos de hacer ver de la forma más clara posible, aquello que está siendo dado a conocer por el Espíritu de Dios para estos, los últimos tiempos. Por ello te invitamos a que compartas con nosotros aquello que cosideres sirva para edificación de todos los que formamos ya, parte del Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Ten presente que este Blog no es un lugar de debate o discusión, sino simple y llanamente un punto de crecimiento mutuo entre hermanos.

En breve comenzaremos a publicar cada día, si así nos lo permite Dios. Estate atento pues en nada comenzamos nuestra andadura hacia el día final previsto desde antes de la creación, por Dios Padre.

Se bienvenido pues a este nuevo Blog, participa en el, si así te lo hace ver el Espíritu Santo... bendiciones de lo alto.

Tu hermano en Cristo, Raül Gil.