diumenge, de novembre 25, 2007

Cristo vive en mi...

Mis queridos hermanos.

Que el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo derrame su gracia y paz sobre todos vosotros.

Hoy quiero compartir desde la verdad de mi vida, nueva vida, en Cristo Jesús. Y para ello, mis queridos hermanos, lo primero es reconocer que el simple hecho de estar aquí hoy escribiendo, este simple hecho, se debe y en su total plenitud a que mi Señor Jesucristo vive en mi, y en todos cuantos con corazón sincero invocan el Nombre del Señor.

La vida en Cristo es un camino que hay que seguir cada día, y es un camino de cruz. Solo existe un camino, el Camino de la Cruz.

No todos han recibido la gracia de bien entenderlo, no. No todos han logrado aun ser llenos de Cristo Jesús. Pero hoy, en este día, es el momento, y te invito a que por ti mismo tomes la decisión:

Simple y sencillo, tanto como reconocer que nada se es y por si mismo, que nada se puede lograr y por uno mismo, que una vida anterior nada puede ya y en si misma, sino que hoy, ante Cristo, para siempre y a viva voz declaramos: MI SEÑOR, YA NO SOY YO, NO, ERES TÚ QUIEN VIVE EN MI.

Estas palabras todos las habemos escuchado en boca del Apóstol Pablo, todos le hemos oído decir: ya no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Y Pablo bien entendió a su vez aquella Palabra que nuestro Señor Jesucristo y para todos nos dio: NADA SOIS SIN MI.

Cada letra, cada palabra, cada expresión que aquí, hoy, mediante este simple texto te estoy compartiendo, todo ello, está teniendo lugar PORQUE CRISTO VIVE EN MI.

Recuerdo un tiempo pasado, y a su vez presente, en el cual andaba sin Dios, sin vida, sin Cristo en mi. Era arrogante, pretencioso, carnal y vanaglorioso... Y LO SIGO SIENDO, siempre lo seré, siempre seré el mismo, siempre seré aquel que ha de morir. Pero es en ellas, mis debilidades, donde en verdad la Gloria de Dios obra en mi. Donde Él toma razón de ser y verdadera vida son Sus Palabras: BÁSTATE MI GRACIA.

Siempre seremos los mismos, siempre seremos los mismos, siempre seremos los mismos, y por ello: GLORIA A DIOS, Y AL CORDERO QUE SE ENTREGÓ POR MI.

La Gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén.