dimecres, de gener 11, 2006

Juan 1.1-14

Hoy comparto aquello que he empezado a publicar en el periódico local de mi ciudad, el cual y por la gracia de Dios, hoy y de nuevo es mio. Así pues, de vez en cuando iré compartiendo con vosotros entre otras cosas, aquello que Dios me da para los aun hoy, gentiles de mi población.

En el principio ya existía la Palabra Creadora de Dios que nos fue dada a conocer a los hombres mediante Cristo Jesús. Jesús hecho hombre es la expresión viva y papable de Dios para toda la humanidad. Nada de lo que existe fue hecho sin Jesús. Jesús es vida y luz para la humanidad. Esta vida nueva que Jesús nos da al creer en él, es luz para toda la humanidad y brilla en las tinieblas, es decir, entre los que son del mundo. El espíritu que reina en el mundo, el espíritu de las tinieblas “satanás”, no puede apagarla... No, tranquilo, no voy a entrar en un estudio detallado de la Palabra ni en complicadas formas de entendimiento. Aquello que voy a compartir en estos primeros encuentros es la plenitud de Dios en su Hijo y Señor nuestro Jesucristo y en base a la verdad que Dios nos da por medio de los evangelios.

Centrémonos primeramente en Juan el Bautista, allí donde dice que Juan fue enviado por Dios para dar testimonio de la luz, pero que a la vez dice, que Juan no era la luz, sino un enviado.

Jn.1.6 “hubo un hombre llamado Juan a quien Dios envió 7 como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él”.

Si escuchas sinceramente tu corazón y sin rebuscar, entenderás que claramente nos está diciendo que el hombre encargado de dar a conocer a Jesús como Hijo de Dios al mundo ya vino, ya cumplió e hizo su trabajo y que él no era la luz (Cristo), sino un enviado a dar testimonio de ella. Es decir que Dios envió a un único hombre a dar testimonio de la luz, que Cristo como hijo de Dios ya fue anunciado en su momento por Juan el Bautista y es por ello que termina diciendo para que todos creyesen (en Jesús) por medio de él (Juan)”.

Jn.1.8 “Juan no era la luz, sino un enviado a dar testimonio. 9 La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo”

Es lo mismo decir que aquel que da testimonio de Jesús, no es la luz ni puede darnos por él mismo vida, sino que simple y llanamente es un enviado a dar testimonio de ella, de la Luz que da vida. Porque la luz es Cristo y sólo Cristo y él ya vino. Los enviados de Dios no son la luz, sino simples hombres que por la gracia de Dios han conocido en verdad a Cristo y por ello atestiguan, al igual que tu y yo, de la luz que les dio vida y como esta, la nueva vida que les da Jesús obra en ellos. Es decir; que sólo dan testimonio de la obra de Jesús en ellos mismos y como llagar a él, pero ahí termina su misión y obra, porque una vez Cristo Jesús se manifiesta en nosotros al creer en él, ya es Cristo y por si mismo quien nos guía en gracia y obra del Espíritu Santo. Ya veremos en su día que sólo Jesucristo es cabeza de la Iglesia y que tu, yo y cualquier otro que en él cree, formamos parte de ella, la cual, es el verdadero Cuerpo de Cristo nuestro Señor.

¿Como? sí hermano/a, la luz y la vida te la da Cristo, no hombres en el nombre de Cristo. ¿Aun hay dudas en ti? entonces pues mejor sigamos leyendo:

Jn.1.10 “Aquel que es la Palabra estaba en el mundo, y aunque Dios había hecho el mundo por medio de él, los que son del mundo no le reconocieron. 11 Vino a su propio mundo, pero los suyos no le recibieron”.

Cristo -la Palabra- está desde y por siempre en el mundo, pero aquel que vive en tinieblas, es decir, sin recibir la luz y vida de Cristo por no creer en él, no puede reconocerle. Porque todo aquel que confía en el mundo y en todo aquello que el mundo falsamente ofrece, incluidos los hombres, no puede ver la luz de Cristo nuestro Señor, porque la luz y la vida son Cristo y sólo Cristo.

Jn.1.12 “Pero a quienes le recibieron y creyeron en él (en Cristo Jesús) les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. 13 Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado”

Sí: Dios es quien engendra y da vida a sus hijos, tu, yo y cualquiera que crea en Cristo Jesús, es hijo de Dios. No porque uno lo quiera u otro quiera que así sea, sino porque Dios mismo es quien los engendra. Y en ello vemos que ante Dios todos, repito, todos somos iguales, nadie es más que nadie ante Dios, porque todo aquel que cree que Jesús es el mesías, el hijo de Dios, tiene vida eterna, es hijo de Dios. Si es Dios mismo quien nos engendra ¿donde cabe la obra del hombre?.

Nada más por hoy. Ahora deberías leer de nuevo el capitulo (Jn.1.1-18) pero esta vez pidiendo a Jesús que sea él quien te confirme y muestre la verdad que hay en ello. Sólo así conocerás la verdad, cuando ella te es confirmada por el Espíritu Santo que mora en ti por obra y gracia de Dios Padre y su Hijo Jesucristo nuestro Señor.

Bendiciones de lo alto.