dilluns, de gener 16, 2006

Ante todo: Padre

Dios es Padre ante todo, pero no siempre logramos verlo así los hijos de Dios. Nos esforzamos por negarnos a nosotros mismos por tal de no desagradar a Dios, sin darnos cuenta que nuestro Padre aquello que más quiere es mostrar su gloria en la plenitud de nuestro ser y andar diario como hijos de Dios. Nuestra voluntad jamás será anulada por Dios Padre.

Dios, y como Padre nuestro que es por encima de todo, jamás querrá aquello que no deseemos ni queramos primeramente sus hijos. Dios Padre jamás manipula la voluntad de sus hijos, sino que la trabaja para que este de acuerdo con SU voluntad y Plan en nosotros. Dios no quiere que sus hijos se nieguen a ellos mismos una y otra vez, sino más bien, que dentro de aquello que les agrada a sus hijos, dentro de aquello que están dispuestos a entregar a Dios, es decir su vida, obren en consecuencia por y para SU gloria. El propósito real de Dios es que SU voluntad y la nuestra lleguen a ser una misma en Cristo Jesús nuestro Señor por los siglos de los siglos. Nada más.

Dios y como Padre, siempre quiere lo mejor para sus hijos. Y como perfecto conocedor de cada cual y sus posibilidades concretas, todo cuanto les pida estará de acuerdo a su capacidad y voluntad propia. Creer que Dios impedirá en lo más mínimo hacer aquello que nosotros queremos es un gran error. Dios Padre sólo nos exige que seamos dignos de ser quienes somos por SU gracia y amor, dando lo mejor de nosotros en aquello que deseamos con el corazón, pero conforme a SU voluntad. Nuestro Padre quiere mostrar su gloria dando a su hijos la sabiduría necesaria para emprender conforme SU voluntad, unida a la nuestra, aquello que estamos dispuestos a hacer sin sentirnos obligados, es decir: libremente. Recordar cabe que el único que obliga, el único que nos tiene continuamente agobiados hasta el punto de sentirnos marionetas, es nuestro gran enemigo el diablo. Dios nos hace libres, satanás nos hace esclavos.

Hay momentos que en verdad nuestro Padre se opone a un plan nuestro en concreto porque bien sabe que en el fondo no es el camino mejor, que no es la verdad de nuestro corazón. Porque bien por dar placer a la carne, por nuestro egocentrismo, por nuestra falta de visión, vamos a emprender aquello que en verdad no es Plan de Dios, y que a las claras, cuando recibimos luz de Dios, vemos y entendemos que en verdad no era aquello que quería nuestro corazón. Cuando andamos confundidos por estar influenciados por el mundo, por las tendencias, por nuestro enemigo el diablo... nuestro Padre ahí sí nos corrige en lo más profundo del corazón. Y duele hermano, bien que duele.

No podrás jamás encontrar la voluntad de Dios más allá de la realidad y sinceridad de tu corazón. El Padre Celestial jamás obliga a nada -principio de libertad- el Dios Padre sólo corrige aquello que, cuando a las claras es visto por la luz de Cristo, estaba fuera del plan de Dios y como no, fuera de la verdad de nuestro corazón. No digo que es fácil saber cual es la voluntad del Padre en unión a la voluntad real de nuestro corazón. No es fácil saber que es en verdad aquello que tu corazón quiere en verdad entregar a Dios. No; es complicado, necesita de largo tiempo el aprender a saber cual es la voluntad de ambos unida en un mismo cuerpo, sentir y ser de Dios. Ahí está el trabajo, la lucha, la duda, el desconsuelo, la sequedad… pero el tiempo, junto con la luz de Cristo que nos va alumbrando, nos muestra cada día un poco más del que es, junto con nosotros, el verdadero Plan de Dios.

Plan que no es otro que hacer aquello que anhela en verdad nuestro corazón, aquello por y para lo que fuimos llamados por Dios, pero dentro de la voluntad y conforme al Plan de Dios. La lucha, la gran batalla es necesaria hasta que sea colgada en la cruz cualquier impureza que oprime al Espíritu de Dios, que interfiere en la unión de ambos espíritus, el nuestro y el de Dios. Pero tranquilos: con tiempo, con paciencia, sin prisas, pero sin pausa; Jesucristo nuestro Señor nos libera de toda carga, de toda duda, de todo error y deja nuestro espíritu totalmente puro y entregado a los pies de Dios. Ahora y desde ahí, desde esa pureza del espíritu, se levanta una nueva vida, esta ya, dentro el Plan de Dios. Porque Dios Padre ha unido su sentir, su pensar, su saber hacer junto con nosotros y ahora ya y sí, somos hijos de Dios por la gracia y obra de Jesucristo nuestro Señor mediante el Espíritu Santo que mora por siempre en nosotros, en lo más profundo de nuestro corazón.

Si no entiendes, dale tiempo al tiempo. No es posible llegar aquí sin la obra profunda de la cruz de Cristo en nuestro ser más profundo, el cual, es morada de Dios. Morada donde se desarrolla y ahora ya si, la voluntad real de Dios. La cual, jamás está en contra de la voluntad de los hijos de Dios Padre. Somos uno en Cristo para la gloria de Dios Padre nuestro Señor.

Bendiciones de lo alto.