dijous, d’octubre 06, 2005

Destellos de esperanza

Hace apenas unos días tuve la ocasión de ver en directo a Jesús Adrián Romero, aquí, en Valencia (España). Fue una ocasión única para poder ver y según mi estimación, cerca de 3.000 cristianos reunidos en un mismo lugar. Esto fue para mi una gran satisfacción, porque es de las pocas ocasiones en las cuales podemos estar reunidos y unidos todos en un mismo lugar, sin tener en cuenta de que denominación o doctrina seamos. Es de las pocas ocasiones que aquello que realmente importa es el estar cerca de la presencia de Dios.

Me gusto aquello que Jesús Adrian dijo al principio. Que todo aquel que hubiese acudido allí por tal de verle a él, se llevaría una gran decepción, pues aquello que realmente era importante es que se hubise acudido allí con la única voluntad de terminar lleno de la presencia de Dios, después de disfrutar de una tarde de alabanza. Pero aquello que más me lleno, fue y como dije al principio, ver a una gran cantidad de cristianos que por encima de sus denominaciones, creencias diversas y diferentes formas de interpretación de la Palabra, estaban allí reunidos con la única intención de acercarse un poco más si cabe a la presencia de Dios. Y esto que allí pude ver, es lo que hoy nos reclama Dios. Que nos unamos todos en un mismo cuerpo, que no es otro que el de nuestro Señor Jesucristo, y que dejemos de una vez y por todas de lado nuestras diferéncias doctrinales en pro de una unión total con Jesucristo nuestro Señor, la cual mostrará al mundo la gran diferéncia que hay entre el pueblo de Dios y el resto del mundo secular.

Ahora bien, esto no será así, mientras haya intereses por en medio en pro de mantener sistemas establecidos por hombres y los cuales, solo benefician a unos pocos hombres. Pero básteme a mi hoy el haber podido contemplar con mis propios ojos que en verdad es posible agradar a Dios desde un mismo punto de vista, el cual, es el único, el que nos pide Dios, para estar un poco más contento y lleno de esperanza, al ver que aquello que Dios me muestra, en verdad es posible y que finalmente y llegado su momento, llegará a ser una realidad viva y latente entre aquellos que en verdad son hijos de Dios, aquellos que en verdad tiene hambre de Dios.

Nada más, pues la seguridad de que finalmente llegaremos a ser todos un mismo cuerpo en Cristo, y finalmente él llegará a ser nuestro único Rey y Señor, me ha dado fuerza para continuar tan árduo trabajo que en su día me encomendo Dios. Trabajo que no es otro que...

Bendiciones hermano.