dilluns, d’agost 29, 2005

¿Qué me dijo Juan el Bautista? (II)

Mat. 3.3: Juan era aquel de quien Dios había dicho por medio del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto:
‘Preparen el camino del Señor;
ábranle un camino recto.’ ”

En este versículo la palabra “voz” indica mensaje. En concreto, mensaje que oye el alma del creyente y que no depende del oído humano, sino del oído del Espíritu de la persona. Para ello, el creyente, deberá estar preparado, espiritualmente, para recibir el mensaje que hay oculto en los evangelios. Así mismo, es necesario para recibir el Espíritu Santo, haber creído, en verdad, que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (Jn 20.31), haberle pedido, personalmente, tener vida en Él, y a la vez, arrepentirse de corazón de todos los pecados cometidos antes de la conversión.

Quiero aquí, antes de continuar, destacar que no existe forma humana para hallar el mensaje oculto de los evangelios (la Palabra revelada), ya que solamente se puede llegar a él por revelación del Espíritu Santo. Digo esto, por todos aquellos que defienden (demasiados en la actualidad) que para ser siervo de Dios (principalmente en ministerios de “honor”), es necesario haber cursado estudios teológicos o bíblicos reconocidos. Sí, está bien disponer de este tipo de estudios, pero estos, jamás, llevan a conocer “la voz de los evangelios”. Sólo el Espíritu Santo tiene el privilegio de dárnoslo a conocer conforme al propósito de Dios, desde antes de la creación, para nuestra nueva vida en Cristo. Repito: ¡NUESTRA NUEVA VIDA EN CRISTO!

Mientras no estemos preparados para discernir el Espíritu Santo, no podremos oír la verdadera “voz del evangelio" (la Palabra revelada). En otras palabras: sin la presencia activa del Espíritu Santo en nosotros, no hay revelación alguna por parte de Dios. Ahora bien: Dios, como perfecto conocedor de nuestro corazón, en momentos determinados (siempre y cuando le hayamos pedido en verdad y de todo corazón que venga a nuestra vida y que la transforme para ser verdaderos siervos suyos “entiendase la verdad del bautismo”) nos mostrará pequeñas revelaciones relacionadas con nuestros sentimientos y anhelos carnales, a través de las cuales y en un principio, nos indicarán lo que Él espera de nosotros. Estas pequeñas muestras de revelación siempre van encaminadas a mostrarnos aquello para lo cual Dios nos ha llamado. Recalcar que primeramente nos mostrará nuestros deseos conforme a nuestra condición terrenal. Pero conforme Jesús, y a través de su Palabra -evangelio- vaya trabajando en nuestras vidas, iremos viendo que hay que dejar de lado lo que hay en ello carnal, para llegar en total plenitut a ofrecérselo a Dios desde una condición totalmente Espiritual. Quede claro que hasta que no sea totalmente nuestra entrega en Espíritu, no estaremos preparados y no tendremos permiso de Dios para actuar (véase pentecostés y la conversión de Pablo). Es imprescindible para todo ello poner nuestra vida en las manos del Señor y confiar plenamente en Él (Salm. 37.5) y seguir siempre el camino que Él nos señale (Job 23:11)

Para poder llegar a entender el mensaje que Dios nos quiere dar a conocer a nosotros en particular, es necesario que antes, y al igual que Jesús, seamos llevados al “desierto”, donde seremos puestos a prueba por el Señor y el diablo. La prueba consiste en humillarse totalmente ante Dios, mostradole así y conociendo nosotros a la vez, aquello que hay en lo más profundo de nuestro corazón. Pasaremos todo tipo de pruebas (Deut. 8:2) por las cuales, y si son satisfactoriamente superadas, estaremos en condiciones de recibir la Palabra revelada y el poder del Espíritu Santo. Durante este tiempo que es indeterminado (dependerá de cada cristiano en particular), tiene que aprender lo que es en sí mismo, y conocer al Dios de toda gracia con quien tiene que ver. Hay una necesidad de una dependencia constante o hay fracaso, en tanto que la experiencia se consigue de conocer a Aquel que nunca deja de socorrer, y donde si pasamos las pruebas saldremos con la armadura dada en (Ef. 6:11), para mantenerse firmes frente a las asechanzas del diablo. Para esto se tiene que estar consciente de estar muerto y resucitado en Cristo.

Este paso por el “desierto” nos mostrará el camino que deberemos seguir, que no es otro que poner nuestra vida en manos del Señor con total humildad y confianza plena en Él.

Ánimo hermano!. Juntos adaremos el buen camino.