dilluns, d’agost 29, 2005

Carta para un hermano pastor

No hace deamasiado tiempo escribí esta carta a un buen hermano en Cristo, el cual, es pastor de una pequeña congregación. Aunque era para él en concreto, días después el Espíritu Santo me mostró que el mensaje que hay en ella es aplicable a muchas de las actuales congregaciones cristianas de todo el mundo. Por ello, aquí os la muestro:

“Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia”. (Prov. 2:1-6)


Querido Hermano:

Se que te resultará curioso el que hoy te escriba empezando de esta manera, es decir, con estos versículos y el texto que a continuación compartiré contigo. La razón no ha sido otra que le he pedido a Dios que me diese un versículo, un solo versículo relacionado con aquello que hoy ha puesto el Espíritu Santo en mi corazón. Después de orar, he abierto la Biblia y leí estos versículos. Aclarado esto, pasaré a compartir aquello que hoy en verdad ha puesto Dios en mi, y en esta ocasión, para ti de todo corazón.

Hace quince días, mi mujer, se encontró una pequeña golondrina que había caído del nido. Desde el principio teníamos claro que no duraría mucho, porque bien sabemos que este tipo de pájaros no pueden vivir en cautividad. Bien, esto es al menos lo que sabíamos. Fueron pasando los días y, la pequeña golondrina, en vez de morir, cada día esta más juguetona, más cariñosa, hasta el punto que, cosa curiosa; llegó a acudir a nosotros con solo llamarla. Más que una golondrina parecía un perrito faldero. En verdad te digo hermano, en verdad te digo, que esto ha sido una de las experiencias más entrañables de mi vida. Era realmente como si fuese un perrito faldero, acudía al llamarla, se ponía en nuestros brazos, dormía en nuestro pecho, en fin, una verdadera maravilla.

Fueron pasando los días y fuimos cogiéndole cariño. En verdad todos los de casa estábamos pendientes de ella y encantados de su presencia. Le dábamos de comer, le dábamos de beber, en fin, pusimos en ella todas nuestras esperanzas. Tantas, que hasta le pedí a Dios que no muriese, que me dejase al menos cuidar de ella hasta que llegase el momento de que estuviese preparada para la libertad. Es más, soñaba con que un día volvería aquí, a mi casa –su casa-, para hacer un nuevo nido, como siempre hacen las golondrinas, que ha pesar de su libertad… vuelven, vuelven donde han nacido, donde empezó su nueva vida.

Hermano: lamentablemente hoy murió la pequeña golondrina, murió a pesar de todas nuestras atenciones, cariño y dedicación, la golondrina, la pequeña y entrañable golondrina que Dios nos dio… murió.

Me quedé perplejo, pues apenas unas horas antes la vi comiendo, aquí, en mi propia casa. Estaba llena de aparentemente vida, llena de ganas, de amor… de nada, porque murió, murió sin decir nada.

Eso creí en un primer momento, que había muerto sin decir nada, pero no, la golondrina si que habló, habló a lo más profundo de mi corazón. ¿Y como lo se? te preguntarás, porque al pedirle a Dios explicación, él, me lo reveló:

Querido Pastor:

No se cuantas veces le he preguntado a Dios ¿por qué?, por qué no me daba una respuesta a lo que día a día veía. Por qué no me mostraba el problema que allí, en la iglesia de Cristo,
había. Y al fin, después de tanto y tanto pedir a Dios, al fin, respuesta me dio.

La respuesta me la dio el Espíritu Santo al mostrarme por qué la pequeña golondrina murió. Ella, a pesar de nuestras atenciones, a pesar de nuestros esfuerzos y a pesar de sus ganas de seguir viviendo. Ella, la pequeña golondrina no halló, aquello que en verdad quería, y que no era otra cosa que verdadera comida.

Nosotros le dimos de comer, aquello que ella no pedía, por mal que ahora nos sepa, le dimos de comer aquello que nosotros creíamos, pero que no, no era lo que ella pedía. No se lo dimos por no prestar en su momento atención a la realidad de su vida. Hermano: las golondrinas comen insectos, ahora, demasiado tarde lo sabemos, cuando al mirar al cielo vi… golondrinas comiendo, ¡comiendo insectos! Por desgracia, nosotros le dimos aquello que creíamos que para ella era bueno, pero sin preguntar primero. Consecuencia: la pequeña golondrina murió, murió por no mirar yo, primeramente y ante todo, al cielo.

Hermano: en otras palabras, las congregaciones necesitan de verdadero alimento. Alimento en verdad para el Espíritu y tú, sabes bien donde esta la fuente de este, nuestro alimento. En la verdadera Palabra de Dios, la que sale de dentro, la que nos revela el Espíritu Santo por revelación y discernimiento.

Hermano en verdad te digo: vuelve al principio de tu relación con Dios y comparte verdadero alimento. Búscalo en la Biblia, deja que ella, la Palabra, te hable al corazón. Pídele a Dios que te muestre como hacerlo, o que ponga en tus manos, alguien para ello.

Recuerda: Ora, ora para que no sea yo, sino Dios, el que te muestre la verdad que hay en ello.

Querido hermano: con todo el corazón y más que nunca, en verdad te digo que todo es cierto, y que no fui yo, sino Dios, quien puso esto hoy, y para ti, en mi corazón.

Que Dios te bendiga.