dimecres, de febrer 08, 2006

Por sus frutos los...

Por sus frutos los conoceréis: ¿Pero qué frutos? La Biblia deja bien claro cuales son los frutos por los que se conocen los verdaderos ungidos de Dios. Y estos frutos no son ni el don de gentes, ni los títulos, ni la facilidad de palabra, ni la buena ética, ni los estudios, ni la memoria, ni las grandes congregaciones, ni el atraer más y más gentiles, ni el conocerse la Biblia de memoria, ni el alagar, ni el saber corregir, ni el someterse, ni el dar más diezmos, ni las mejores ofrendas, ni el prosperar en el mundo, ni los templos preciosos, ni una cada vez más larguísima lista de ni y más ni, que sabiamente el diablo ha ido colando entre el llamado pueblo de Dios por medio de los falsos ungidos de frutos podridos, los cuales y para poder satisfacer su propio apetito por NO tener para comer Pan de Dios, han ido haciendo por el tiempo ver y creer, son los frutos por los cuales se conoce quien es o deja de ser, el verdadero ungido de Dios.

Hoy y por desgracia ya en demasía -por no decir en su estado máximo, el cual es, pero por hoy lo dejamos- aquellos que buscan ciegamente a Dios entienden y ven como obra Suya, aquello que puede ser visto, palpado y gozado con los sentimientos, la carne o el alma, que no por gracia y obra del Espíritu Santo. Deberías saber a estas alturas ya que el Espíritu Santo es tan sencillo, tan noble, tan puro, tan justo, tan sumamente Santo que; nada, absolutamente nada de cuanto podamos ver, gozar y aceptar desde y para nuestro ser carnal, le es de su agrado. Todo ello, absolutamente todo, le mantiene costrito, apartado y apagado. Sin brillo, sin fuerza, esperando ser levantado para cuando en verdad sea amado, honrado y glorificado.

Los frutos que hace referencia la Biblia son aquellos que todos, absolutamente todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, tienen en su haber. Son frutos del Espíritu, frutos dados por Dios. Los hay bien pobres que están llenos de ellos, los hay bien ricos que también llenos están, los hay que tan siquiera saben leer, pero llenísimos están también. Incluso los hay que seguidor alguno llevan detrás, pero que por donde pasan su obra y palabras quedan para los verdaderos hijos de la verdad. Son frutos dados por la gracia y obra del Espíritu Santo. Son frutos a las claras, a la luz vistos son, ofrecidos y mostrados en mayor o menor medida por todos aquellos que por Dios Padre han sido engendrados. Son frutos que emanan del corazón sinceramente entregado a Dios Padre y Cristo nuestro Señor.

Estos frutos, los verdaderos, son visibles y aceptados por todos cuantos en ellos mora en verdad el Espíritu Santo. Son recibidos noblemente, sin buscarlos, son vistos a las claras cuando desde la sinceridad del corazón son percibidos, aceptados y apreciados. Son frutos que vienen y se van con quien los trae si nadie los tomare, son frutos Santos. Son frutos de Dios, por gracia y obra del Espíritu Santo.

Y estos frutos hermanos, no son ni más ni menos que aquellos que la Biblia y desde hace más de 2000 años nos anda mostrando e indicando. Son los frutos que nos dice bien a las claras, nuestro apreciado y amado Apóstol Pablo:

Gál. 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”

Nada más, bendiciones de lo alto.