dimarts, d’agost 29, 2006

El libre albedrío

Sin libertad de elección de actos, no hay adoración posible a Dios, porque no dependería de nosotros el adorarle, sino que estaríamos obligados a servirle y ser esclavos sin decisión alguna propia, y por ello, no habría en nosotros capacidad de mostrarle amor verdadero y entrega sana, sincera y glorificadora de Su Santo Nombre. De ser así, sin libertad, ello supondría negar nuestro yo plenamente, nuestro ser, nuestras voluntades, deseos, anhelos y vida propia (seríamos como “marionetas” a su servicio) por lo cual, aquello que tendría vida eterna en nosotros sería el Espíritu de Dios pero no el nuestro, por ello, nada podríamos tener en su presencia porque nuestra vida propia habría sido “poseída”, “dominada” y “aniquilada”, en nuestra unión al Cristo Jesús. ¡Cuidado!: Está es exactamente la obra que Satanás tratará de llevar a cabo y sin lugar a dudas en todos los santos consagrados; el anular y gobernar sobre su propia voluntad.

El libre albedrío, es decir, nuestra libertad de elegir el camino a tomar; siempre estará en nosotros. Es por ello que crecemos en Cristo libremente y al ritmo que por nuestra entrega decidimos y tal cual. De ahí que Pablo se esforzaba por llegar a la meta y nos dice que aun no podía afirmar que lo había conseguido. De no ser así, no podríamos jamás considerar que nos hemos equivocado y menos aun tener culpa alguna ante el pecado por nosotros acaecido, ya que siempre sería Dios el responsable de nuestros actos, todos nuestros actos.

Dios únicamente nos instruye, corrige y regenera por tal que Su voluntad quede unida a la nuestra por encima de todas las cosas e incluso de nuestra libertad de elegir, pero ella, nuestra libertad, siempre quedará, aunque cada vez más sometida a la voluntad de Dios. Es decir y en otras palabras: que dejamos por nuestra voluntad, unida a la Suya, de andar conforme a nuestro ser carnal y anímico en nuestra plena unión a Él y le mostramos por ello nuestro amor al negar -siempre voluntariamente- todo cuanto pueda restarle gloria. De no ser así, y como he dicho: nunca podríamos pecar y es más; nunca tendríamos necesidad de pedir perdón, y más aun; dejaría de tener sentido la muerte de Jesucristo nuestro Señor. Es allí, ante Su sangre derramada, que Dios Padre nos perdona de todo pecado que por causa nuestra haya sido cometido. Nunca la culpa es de Dios, sino nuestra, y es por ellos; nuestros errores y falta de sometimiento a Su voluntad, que entendemos al ser reprendidos por Dios Padre que hemos pecado. Lo cual nos da otra verdad: de no ser libres, de no tener posibilidad de elegir nuestras acciones, no sería necesario que Dios Padre nos corrigiese con amor y nos mostrase por ello cuanto nos quiere. Simplemente sería corrección dada a un esclavo inútil y por lo cual, ningún amor se le debe. Dios es amor y nos lo muestra cada día a nosotros, sus hijos, cuando por su gracia entendemos y vemos que ante la incorrección y falta de sometimiento que por nosotros ha tenido lugar, el Padre siempre nos corrige y por ello, nos hace crecer en Cristo Jesús.

Pablo dice: “ya no soy yo, sino que Cristo vive en mi”, pero a la vez también dice que el pecado vive en él, lo uno no quita lo otro. El posible pecado y la libre elección de actos nos llevan a forzar y forjar por la gracia de Dios nuestra voluntad por tal de no cometer falta alguna, es por ello que somos unidos y cada vez más a nuestro Señor Jesucristo. Si no, no tiene sentido el esforzarse. Si lo damos por hecho, por hecho debemos dar que Satanás aprovechará la ocasión y nos llevará al punto en que nuestra voluntad estará plenamente a su servicio al no poder utilizarla para defendernos de sus ataques y por el tiempo, quedará totalmente sometida al antojo de sus huestes y espíritus malignos. A Satanás se le vence por nuestra voluntad y libre entrega a Cristo Jesús.

De no tener libre elección de actos, ya no sería un camino, sino un lugar dado, el cual, no tendría sentido, porque ante la eternidad; nuestra vida, deseos, anhelos, voluntades y todo cuanto forma nuestro ser y personalidad propia, no tendrían acceso al Reino de Dios por haber dejado de ser, y por ello, muerto.

Tengamos en cuenta que Jesús es el camino, la verdad y la vida, y Él y por medio de sus enseñanzas nos muestra el final del mismo: el ser uno con Él y por lo cual, igual a Él. Cristo es la meta final, la consumación de todo, pero nosotros no hemos llegado todavía, sino que lo tenemos a Él como ejemplo a seguir, de ahí que nos es necesario el equivocarnos, pecar, sufrir y aprender por ello, y… cada cosa a su tiempo.

Para terminar: de no tener libre albedrío estaríamos desprovistos de capacidad para reconocer y vencer las artimañas del diablo al no poder ejercitar la voluntad propia y por ello, no podríamos liberarnos de sus artimañas y engaños. Y a la vez, no podríamos liberar a todos cuantos forman el Cuerpo y que a la vez, estén siendo claramente engañados por el diablo.

Y un pelín más: Los Evangelios también nos dicen que nos guardemos de no pecar, de ser engañados, de no caer en tentación… todo ello es indicativo de que tenemos total libertad de acción y que está puede ser atacada por Satanás. La Biblia es un todo y todo hay que escudriñarlo, verlo, compararlo y como no, ponerlo primeramente por obra en nuestra vida y una vez afirmado por medio de nuestra voluntad en unión a la voluntad eterna de Dios, empezar a mostrarlo al mundo entero. Todo ello y siempre en unión al Cristo, el hijo del Dios viviente.

En resumen: ante Dios siempre tendremos la potestad de obrar por nuestra propia voluntad, reflexión y elección personal, en base a Su voluntad revelada en nosotros.

Que Dios Padre y el Señor Jesucristo derramen su gracia y paz sobre todos vosotros.