dissabte, de maig 03, 2008

La Didajé (parte I)


Seguimos con la Didajé. Hoy, y por no hacer los aportes muy extensos, compartiré únicamente los cuatro primeros puntos:
I. Los dos caminos

Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos.

Camino de la vida

Ahora bien, el camino de la vida es éste: En primer lugar, amarás a Dios que te ha creado; y un en segundo lugar, a tu prójimo, como a ti mismo.

Y todo aquello que no quieras se te haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro.

La perfección evangélica

Mas la doctrina de estas palabras es como sigue:

Bendecid a los que os maldicen y orad por vuestros enemigos, y aun ayunad por los que os persiguen. ¿Pues qué gracia tiene que améis a los que os aman? ¿No hacen también eso mismo los gentiles? Mas vosotros amad a los que os aborrecen y no tendréis enemigos.

Abstente de los deseos carnales y corporales.

Si uno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la izquierda y serás perfecto.

Si uno te fuerza a ir con él el espacio de una milla, acompáñale dos.

Si alguien te quitare el manto, dale también la túnica.

Si alguien te quita lo tuyo, no lo reclames, pues tampoco puedes.

La limosna

A todo el que te pida, dale, y no se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos se dé de sus propios dones.

Bienaventurado el que da, conforme al mandamiento, pues es inocente.

Mas ¡ay del que recibe! Porque si recibe por necesidad, será inocente; mas el que recibió sin necesidad, tendrá que dar cuenta de por qué y para qué recibió. Será puesto en prisión y no saldrá de allí hasta pagar el último ochavo.

Y aun sobre esto fue dicho: “Que tu limosna sude en tus manos, hasta que sepas a quién das”.

II. El segundo mandamiento

El segundo mandamiento de la Doctrina es éste:

No matarás. No cometerás adulterio. No corromperás a los jóvenes. No fornicarás. No robarás. No te dedicarás a la magia ni a la hechicería. No matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes de tu prójimo. No perjurarás. No levantarás falsos testimonios. No calumniarás ni guardarás rencor a nadie.

No serás doble ni de pensamiento ni de lengua, pues la doblez es un lazo de muerte.

Tu palabra no será mentirosa ni vacía, sino cumplida por la obra.

No serás avariento, ni ladrón, ni fingido, ni mal intencionado, ni soberbio.

No tomarás mal consejo contra tu prójimo.

No aborrecerás a ningún hombre, sino que a unos les corregirás, a otros los compadecerás; por unos rogarás y a otros amarás más que a tu propia alma.

III. Apártate del mal

Hijo mío, huye de todo mal y de cuanto se asemeje al mal. No seas iracundo, porque la ira conduce al asesinato.

No seas envidioso, ni disputador, ni acalorado, pues de todas estas cosas se engendran muertes.

Hijo mío, no te dejes llevar de tu deseo, pues el deseo conduce a la fornicación.
No hables deshonestamente ni andes con ojos desenvueltos, pues de todas estas cosas se engendran fornicaciones.

Hijo mío, no te hagas adivino, pues esto conduce a la idolatría; ni encantador, ni astrólogo, ni purificador, ni quieras ver estas cosas, pues de todo ello se engendra idolatría.

Hijo mío, no seas mentiroso, pues la mentira conduce al robo.

No seas avaro ni vanaglorioso, pues de todas estas cosas se engendran robos.

Hijo mío, no seas murmurador, pues la murmuración conduce a la blasfemia.

No seas arrogante, ni de mente perversa, pues de todas estas cosas se engendran blasfemias.

Haz el bien

Sé más bien manso, pues los mansos poseerán la tierra.

Sé longánime, compasivo, sin malicia, tranquilo, bueno y temeroso en todo tiempo de las palabras que oíste.

No te exaltes a ti mismo, ni consientas a tu alma temeridad alguna.

No se juntará tu alma con los soberbios, sino que conversarás con los humildes y con los justos.

Recibe como bienes las cosas que te sucedieren, sabiendo que sin la disposición de Dios nada sucede.

IV. La comunidad cristiana

Hijo mío, acuérdate noche y día del que te habla la palabra de Dios y hónrale como al Señor; porque donde la gloria del Señor es anunciada, allí está el Señor.

Buscarás todos los días los rostros de los santos, a fin de recrearte con sus palabras.

No fomentarás la escisión, sino que pondrás en paz a los que contienden.

Juzgarás con justicia, sin miramiento de personas, para reprender las faltas.
No dudarás si será o no será.

Liberalidad en el dar

No seas de los que alargan la mano para recibir y la encogen para dar. Si adquieres algo con el trabajo de tus manos, da de ellos como redención de tus pecados.

No dudarás si das o no, ni murmures cuando des, pues has de saber quién es el buen recompensador de tu limosna.

No eches de ti al necesitado, sino comunica en todo con tu hermano, y de nada digas que es tuyo propio. Pues si en los bienes inmortales os comunicáis, ¿cuánto más en los mortales?

La familia cristiana

No levantarás la mano de tu hijo o de tu hija, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor. No mandarás con aspereza a tu esclavo ni a tu esclava, que esperan en el mismo Señor que tú, no sea que pierdan el temor del Señor que está sobre unos y otros.

Porque no viene a llamar con miramiento de personas, sino a aquellos a quienes preparó su Espíritu.

Por vuestra parte, vosotros, esclavos, someteos a vuestros señores, como a representantes de Dios, en reverencia y temor.

Últimos preceptos

Aborrece toda hipocresía y todo cuanto no agrada al Señor. No abandones los mandamientos del Señor, sino guarda lo que recibiste sin añadir ni quitar cosa alguna.

Confiesa en la reunión tus pecados y no te acerques a la oración con mala conciencia.
Este es el camino de la vida [...]
Es todo por el momento, que Dios les bendiga.