divendres, de febrer 09, 2007

El fluir del Espíritu Santo

Todo un Maestro, ni más ni menos, tanto, que si no se le presta la atención debida, correcta y totalmente entregada, no hay manifestación posible y fluir de Su Obra para con los otros. No, El Espíritu Santo es muy celoso de Su Obra, reclama la plenitud de nuestro ser atendiendo, tanto, que al mínimo desliz, al mínimo despiste, queda contrito, y entra y de nuevo por necesidad a Obrar la Palabra en nosotros.

No confundamos la Palabra de Dios, con el Espíritu Santo y Su Obra en el creyente, no, recordemos y de nuevo: DIOS Y EL PECADO NO PUEDEN VIVIR JUNTOS, por lo tanto; siempre que en nosotros se de el error, el pecado, la carne, o el ser anímico y natural por determinado interés personal dado, por leve que sea, por oculto que esté, el Espíritu Santo y sin lugar a duda, deja de fluir hacia fuera mediante el siervo consagrado, y pasa a centrar Su Obra, y plenamente, en el interior del creyente hasta que sea vista por este la causa que le constriñe.

Atentos y recuerden siempre; el Espíritu de Dios es SANTO, ello quiere decir lo que a la verdad es; SANTIDAD EN ESTADO MÁXIMO, por lo tanto, no podemos pensar que la Palabra que estamos dando, el conocimiento que estamos mostrando, la intención que estamos llevando a cabo, sea del Espíritu Santo, si hay entremezclado y por mínimo que sea, un interés carnal y anímico dado. Por ello, cuando se da el caso, es necesario y de nuevo que la Palabra de Dios obre en nosotros, por tal de sacar a la luz aquello que está impidiendo el fluir noble del Espíritu de Dios. Es la Palabra la que nos da luz, conocimiento, la que escudriña lo más profundo de nuestro ser e intenciones, es la Palabra la que nos forma, nos habla, nos muestra aquello que en verdad somos ante Dios, y es ella, la Palabra, la que nos lava de nuestro pecaminoso ser carnal y anímico. De ahí la necesidad de ser llenado y cada día de ella.

Siempre hay que estar alerta, en guardia, orando por tal de no caer en tentación, y como no, recordar que no somos llamados a obrar, sino a alabar a Dios. Nuestro deber es estar en comunión constante con Dios, por tal de recibir la guía y luz del Espíritu Santo, por tal de poder representar a Dios en plenitud y para ello, es necesario de estar continuamente siendo llenados de la Palabra de Dios, la cual, es nuestra espada, nuestra defensa, nuestra luz, nuestro lenguaje para poder hablar con Dios. Es ella, la Palabra de Dios, la que nos va mostrando las impurezas, los errores, aquello que desagrada a Dios, que le resta gloria, y es mediante la Palabra que vamos siendo, y somos; llenos del Espíritu de Dios... pero; cuando en nosotros hay error, confusión o interés personal dado, la Obra del Espíritu Santo se centrará y primeramente en darnos luz sobre ello por tal de entregarlo a la Cruz, y por ello, ser limpios y santos ante Dios. Por lo tanto, cuando se de el error en nosotros, la obra quedará parada, constreñida, a la espera de ser limpiados por la Sangre de Cristo Jesús mediante Su Palabra. De ahí la necesidad de oración constante, de no dormirse nunca.

El camino del siervo de Dios es constante, siempre hacia delante, no tiene límite, no. Siempre es un fluir hacia delante, el Espíritu Santo no para, es continua Su Obra, es continuo su lavado mediante la Palabra de Dios. En el momento que por razón dada dejamos de andar, automáticamente dejamos de crecer, de ser limpios, y por ello, dejamos de guardar Su Palabra, de representar a Dios conforme a su voluntad. Sí, somos libres, de toda carga, de toda obligación, de todo propósito, de toda obra. Sí, lo somos, pero atentos; SOMOS TEMPLO DE ADORACIÓN CONSTANTE, sin límite, por encima de nosotros mismos, SOMOS SIERVOS DE DIOS, para su gloría y alabanza.

Y ello, es la Cruz de cada día, ello es el no mirar atrás nunca, ello es SER UNO CON CRISTO PARA GLORIA DE DIOS.

Que Dios Padre y Jesucristo el Señor derramen su gracia y paz para con todos sus hijos.