dissabte, d’abril 11, 2009

Unas palabras mi Señor...


Mi Dios, en ti confio. He de darte las gracias por haber puesto tus ojos en mi, tu humilde servidor. 

Mi Señor, deseo tanto conocerte. Deseo tanto ser como tú. Deseo tanto dejar de ser yo; de mirarme a mi mismo, de entregarme plenamente a ti, de ser como un niño necesitado y totalmente dependiente de ti. Deseo tanto contemplarte cada día mi Señor; en cada momento, ante cada situación. Es mi anhelo hoy.

Largos silencios, tus silencios, me hacen ver verdaderamente quien soy: nada sin ti mi Señor.

En tu bondad y misericordia, mi Dios, nos creaste semejantes a ti, con esplendor. Nos diste plena libertad de elegir, de ser como tú, de ser a imagen y semejanza del Creador: en ello está nuestro error: sucumbimos, todos por igual, a la tentación de ser igual a ti, mi Dios.

¿Qué puedo pedirte mi Señor?... ¿Qué más puedo pedir mi Dios?; tanto nos amaste que nos diste a tu unigénito Hijo. Mi Señor y mi Dios... ¿qué más puedo pedirte?.

Palabras me faltan. Y ello me alegra mi Dios. Porque cuando más ando junto a ti, mi Señor, más voy aprendiendo que sin ti nada soy. Que eres mi todo, que sin ti nada puedo, que necesito y cada día de tu vida, de tu gracia, de tu don.

Largas noches de silencio, que hoy; empiezan a tomar su verdadero sentido. Porque tú mi Dios eres el Dios vivo. En ti vivimos mi Señor.

Silencio. De nuevo el silencio. Gracias mi Dios.