divendres, d’octubre 06, 2006

Ante la debilidad

Cuando por la gracia de Dios Padre nos es mostrada una debilidad, sin lugar a dudas, nuestra oración deberá centrarse en ella por tal de que desaparezca y por siempre de nosotros. Tengamos en cuenta que cuando ante la luz ha sido vista, esta, la debilidad, pasa a ser pecado. ¿La razón? por que ya tenemos conocimiento de ello y sabemos que ante Dios Padre no es aceptada. Ya no tenemos excusa, ahora bien, desde ese momento y hasta que es plenamente aceptada, en cada ocasión deberemos pedir perdón y la sangre de nuestro Señor nos irá limpiando de ella y como no, cubriendo hasta que sea logrado. Hay entregas que son rápidas, las hay que necesitan de largos periodos de oración sincera.

Cada día debemos estar pendientes de cada detalle, de cada palabra que nos es dada, todo tiene un propósito ante Dios. Recordemos que todas las cosas son para bien de quienes aman a Dios. Y sepan ustedes que desde el momento que creemos en Jesucristo y lo aceptamos en verdad en nuestras vidas como Señor y Maestro, el Espíritu de Dios pasa a estar sobre nosotros y ante cada situación, ante cada error, ante cada desliz, nos muestra cada una de nuestras debilidades.

Es necesario que pase un tiempo, indeterminado, y que depende de la entrega voluntaria de cada uno, para poder ser llenos de el Espíritu Santo y por ello, entrar en su presencia, es decir, ante Dios siempre. Recordad: no es entrar de vez en cuando en Su presencia, sino ser uno con Él mediante Cristo Jesús, por siempre.

En un principio, ante nuestra cantidad de errores y demás impedimentos que en nosotros habitan por lo pecaminoso de nuestro ser carnal, y el cual, va siendo por nosotros conocido conforme a la luz que vamos recibiendo de Dios, el Padre, y en su gracia, unas veces mediante la Palabra y otras mediante otros hermanos, nos muestra y da luz de aquello que en nosotros debe dejar de tener lugar. Una vez visto, una vez entendido cual es la voluntad del Padre, debemos acudir a la oración hasta que ello deje de tener lugar en nuestras vidas, para pasar y después de ser entregado, a darle gracias por ello. Todo ello supone guerra, lucha, entrega... pero cuando se logra dejar atrás, se descansa y por siempre en Su presencia.

En nuestro primeros pasos predomina la suplica, el reclamo, la entrega, pero conforme vamos siendo regenerados y lavados por la Palabra, vamos viendo que en nosotros y cada vez más nuestras oraciones son llenas de acción de gracias al Padre, llenas de alabanzas, ahí y en ese tiempo, se empieza a saber y ver por la gracia de Dios, que es orar en Espíritu y verdad, es decir, como el Padre quiere que le adoren.

No atender aquello que nos reclama el Padre, será rebelión por parte nuestra, pero en esta ocasión ya no será contra hombre alguno, sino contra su Santa Palabra.

Quizás hoy no entiendas, pero si tomas de ello y lo guardas en tu corazón, en su día y por la gracia de Dios, recibirás Su luz, y por ella, crecerás inmensamente hacia su eterna presencia.

Que Dios te bendiga.