dilluns, de maig 01, 2006

Discípulos de Cristo


Mat. 28:19 Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

Este es el mandato de Jesús dado a sus discípulos, es decir: tú, yo y todos cuantos creen en verdad en él. Y no hay más hermano, no tenemos otro deber, ni otra obligación.

Nuestro deber, nuestro mandato, es hacer discípulos de Cristo tal cual él nos enseña por medio del Espíritu Santo. Pero para nada nuestro deber es sacar a la luz los trapos sucios de otros hermanos, ni de otras iglesias, ni de otros pueblos, ni de otras naciones… en perjuicio de los más débiles. Es decir, no debemos comer del árbol del bien y del mal que nos cita Génesis y el cual, fue el causante del pecado capital. Recordemos que comieron de este árbol, entre otras cosas, por querer ser como Dios, y terminaron cometiendo el mismo pecado que Satanás mismo. Y este pecado está desde entonces en cada uno de nosotros y solamente puede ser vencido por la cruz de Cristo obrando hasta lo más profundo de nuestro corazón.

Tengamos en cuenta que los débiles en la fe son, ante Dios Padre, como niños inocentes, los cuales, pueden estar siendo guiados por ciegos, pero estos, los niños, los aun débiles en la fe, lo hacen con todo el corazón y totalmente convencidos de que están haciendo lo correcto, aquello que para ellos es en verdad seguir a Dios (dependen aun de la ley, al no conocer por si mismos a Cristo nuestro Señor). Y no es culpa de ellos, porque por su inocencia, por su desconocimiento de la verdad al no guiarlos nadie a ella, es la causa de que anden ciegos en cuanto a la verdad del Reino. Estos, los niños débiles en la fe, están esperando la luz verdadera que solo puede ser dada por el Espíritu Santo. Y nosotros, como hijos de Dios, como verdaderos discípulos de Cristo, debemos ser luz para ellos, guía y luz para ellos. ¿Pero qué hay peor que quitarle a un niño aquello que le está llenando su corazón porque si, sin explicación, sin entendimiento por su parte, sin amor? Lo correcto, lo justo, es hacerle ver y comprender con palabras que él pueda entender y aceptar, el por qué ha de dejar aquello que no le está haciendo ningún bien. Con amor, con sinceridad, con dulzura, con… ¡la verdad de Cristo nuestro Señor! No hay que hacerle ver que hay de mal en ello, sino que comprenda y acepte por él mismo y libremente, que ganará si deja de tenerlo.

De ello que nuestro mensaje ha de llegar a ser lo más puro posible, lo más noble posible, lo más caballeresco posible, es decir, un mensaje lleno del fruto del Espíritu Santo, de luz, de puro crecimiento en Cristo, un mensaje lleno de ganancias y bendiciones celestiales. Y este mensaje se logra por la gracia de Dios que nos ha sido dada, es decir, al poder ver y discernir por la gracia de Dios cuanto mal hay en cada uno de ellos, porque nosotros podemos evitar el hablar de ello y el mostrarles lo más mínimo al respecto y por ello, darles un mensaje que eso si, aparte con el fruto del Espíritu Santo toda cizaña que hay entremezclada en ellos.

Entonces pues; evitemos toda referencia al mal y centramos nuestro mensaje santamente en las virtudes de aquel que nos llamó a su luz y este logrará estar lleno de verdad para demoler los errores y como no, lleno fuerza divina que les hará chirriar los dientes al no haber ley que pueda condenar nuestra verdad. Al no haber acusado ni juzgado, sino haber dicho la verdad. Y por encima de todo, al no haber humillado sus sentimientos, sino desgarrado su corazón, por haber sido cortado este, con la espada de doble filo que nos ha sido dada por la Palabra de Dios totalmente pura, sin contaminación (trigo limpio, sin cizaña) que cortará de raíz todos sus argumentos carnales y del alma que les están dando pie a justificar sus actitudes egoístas y carnales que aun les dominan por desconocer la más profunda falsa verdad de su yo.

Hermanos: si estamos en lugares celestiales junto con Cristo, si hemos logrado sentarnos en el cielo junto con nuestro Señor, todo cuanto hay en el mundo está por debajo, sometido a Cristo. Nada entonces debería contaminar nuestro mensaje, nada en él debería dar pie a que sea y de nuevo sembrada la cizaña. Porque esta, la cizaña, también habita o habitó en nuestro corazón, esta, la cizaña, también puede estar sembrada en lo más profundo de nuestro yo. Recordemos que hasta que no conocimos y creímos en Jesús, éramos hijos del maligno, llenos de cizaña y esta, está siendo apartada de nosotros por los ángeles de Cristo Jesús (son todos cuantos Dios utiliza para hacernos ver y discernir las verdades del Reino) los cuales, son los únicos designados por Dios para separar la cizaña. No hay otros que la Biblia indique para este trabajo. No nos alcemos como ángeles, sino como lo que en verdad somos: discípulos de Cristo nuestro único Señor.

Somos hijos de Dios y vivimos en Su Reino. Entonces pues, nada de lo que existe en la tierra, que a la vez, es creación de Dios, es de nuestra incumbencia y por consiguiente, nada debe apartarnos del mandato de nuestro señor, el cual, y como está escrito, es el que he citado al principio.

Y de nuevo repito; no tenemos otro deber que dar a conocer la verdad de aquel que nos hace libres. Todo cuanto Dios y por su gracia nos hace discernir, nos hace ver está mal ante sus ojos, todo cuando podemos ver es error entre las llamadas iglesias, y que son estas y a la vez, las que forman la plenitud del pueblo de Dios, estaba ahí desde antes de la creación, nuestra creación, junto con Cristo nuestro Señor.

Todo estaba ahí desde antes de que Dios nos llamase, desde antes incluso de que naciésemos por la gracia de nuestro Señor. Por ello, cuando logramos ver por su gracia todo error, no es para ir juzgándolo y condenándolo a los cuatro vientos, sino, para purificación de nuestro mensaje, para la gloria de Dios. Para que nuestro mensaje sea llenado de las virtudes de aquel que nos llamó a su luz, y cada vez y por los tiempos, más desprovisto de toda cizaña que pueda ser sembrada desde lo más profundo de nuestro corazón.

Gracias a todo cuanto Dios en su gracia nos deja ver y discernir anda mal entre el llamado pueblo de Dios, es para que nuestro mensaje gane en amor, en pureza, en humildad, en bondad, en mansedumbre, en… fruto del Espíritu más puro, más limpio, más lleno de la gloria de Dios. Pero si entramos en detalles de que está bien o que está mal, de quien anda bien y quien anda mal, si nos ponemos a atacarnos unos a otros…

Gál. 5:13 Ustedes, hermanos, han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor. 14 Porque toda la ley se resume en este solo mandato: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” 15 Tengan cuidado, porque si ustedes se muerden y se comen unos a otros, llegarán a destruirse entre ustedes mismos.

Demos a conocer la virtudes de aquel que nos llama a su luz y no entremos en el engaño de Satanás. Este, Satanás, está vencido, derrotado, así pues, no perdamos tiempo nombrándoles a los demás como, donde, cuando actúa y sobre quien actúa, porque cuanto más lo hagamos, mas tiempo llevará el reducirlo. Mientras en nosotros, en nuestro hablar, en nuestro mensaje, haya cizaña, habrá referencia a Satanás y por ello, daremos pie a la obra satánica, y este, Satán, estará vivito y coleando. Si lo tenemos sometido en todo cuanto hacemos y decimos, sin darle lugar a existir, estará vencido y derrotado.