dimecres, de març 15, 2006

Mi más profundo "YO"

En mi andar diario en busca de la verdad de Cristo mi Señor, he podido ver y comprender por la gracia de Dios que la principal piedra de tropiezo para su obra a través de mi, era mi YO mismo. Ni más ni menos.

He andado largo tiempo buscando, indagando, queriendo saber cual era la voluntad de Dios, pero sin ver y a la vez, que Su voluntad, Su única voluntad, era que yo muriese por siempre junto con Cristo mi Señor y le dejase obrar a Él, mi Dios, tal cual tenia previsto para conmigo desde antes de la creación.

No es fácil el ver y reconocer que en el fondo, en lo más profundo de nuestra alma, anda oculto un tremendo YO y el cual, anda sumamente tan arraigado, tan oculto, tan unido a uno mismo, que al final y por la gracia de Dios uno entiende que simplemente puede decir: perdón Padre, no puedo, hazme morir, porque ahí, en esta profundidad ya no puedo vencer yo. Necesito de Cristo, tu hijo, para poder morir a mi tremendo y arraigado YO.

Y este YO, necesita de la obra más profunda de la cruz par ver la luz, para ser entregado a muerte junto con Cristo nuestro Señor. Y hermano, está muy profundo, tremendamente profundo. No visible para nadie que no halla entregado su vida en plenitud para la gloria de Dios. Hay que morir, hay que nacer de nuevo, reconociendo que nada somos, que nada tenemos, que nada hay en nosotros, que nada hay en nuestra anterior creación que sea agradable a Dios.

Y para llegar a esta verdad, es necesario el reconocer que por nosotros mismos no es posible, que por nuestro propio esfuerzo no lo lograremos, sino que depende en su totalidad de la obra, profunda obra, de la cruz de Cristo en nosotros mismos, por obra y gracia del Espíritu Santo que Él nos dio.

Así pues, sigamos andando el camino, pero ahora y ya, reconociendo ante Dios que nada somos sin Cristo nuestro Señor. Ahora ya, es tiempo de volverse a Dios, pedirle nuestra muerte en plenitud para que pueda obrar Su voluntad, Su gloria, Su poder, Su sabiduría, Su don… por medio de la nueva vida que nos dio en su muerte Cristo: NUESTRO ÚNICO MAESTRO, REY Y SEÑOR.

Entreguemos nuestra vida a Dios y pidámosle cada cual y con sinceridad que gracias a ella, a nuestra vida, otros puedan llegar a conocer al único Dios por medio de Jesús el salvador, el dador de vida, el primogénito de Dios.

Nada más. Bendiciones.