dimecres, de gener 30, 2013

Es María madre de Dios?



María es madre de Jesús, y si mucho aprietan, madre de mi Señor. Nunca olvidemos que es así como está indicado en la Escritura que, como bien sabemos; contiene la revelación sin error, inspirada por el Espíritu Santo, y siendo Dios su autor. Por lo tanto, de entre todas las acepciones posibles que pudiesen ser dadas por interpretación humana, la más correcta y sin margen de error es aquella –o aquellas– que estén reflejadas en la Escritura.

Dios es Espíritu. Lo sabemos porque nos lo dice el mismísimo Señor Jesucristo (cf. Jn. 4:24) Y sabemos que un espíritu no tiene carne ni huesos, porque igualmente nos lo dice el Señor (cf. Luc. 24:39).

Sin olvidar, y escrito está igualmente, que para nosotros solo hay un Dios, el Padre; y un Señor, Jesucristo (cf. 1Cor. 8:6). Lo cual es profesado igualmente en los dos Credos, el de los Apóstoles y el de Nicea. Sin olvidar que toda lengua ha de confesar que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (cf. Filip. 2:11).

En Jesucristo, sí, se dan dos naturalezas distintas. E igualmente sí, en una sola persona. Y sí, sus dos naturalezas son indivisibles. Pero no olvidando que estas no están mezcladas, ni pueden ser confundidas. Jesucristo es hombre verdadero y Dios en sí mismo, indivisiblemente. Pero sin confundir jamás sus dos naturalezas ni mezclarlas, aun siendo, como es, una sola persona.

Al declarar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, ya estamos afirmando y profesando que en la persona de Jesucristo se dan dos naturalezas, la humana y la divina, y no cabe añadir nada más para reconocerlo y confesar que es hombre y Dios verdadero. E igualmente, al declarar que Jesús es el Señor, estamos mismamente declarando que es hombre verdadero y Dios en sí mismo, sin ser necesario añadir nada más para confesarlo. Pero, y esto precisa de ser debidamente entendido, la persona lo es Jesús. No su divinidad (Dios), no su humanidad (Hombre), porque estas son sus dos naturalezas distintas, no mezcladas, ni confundidas. La persona lo es Jesús. Y María es madre de una persona, Jesús, que no de una naturaleza, sea esta la divina (Dios) o sea esta la humana (Hombre).

Este detalle es muy importante. La persona única lo es Jesús. Su humanidad y su divinidad son sus dos naturalezas distintas. Por ello la Escritura evita declarar que María es madre de Dios, por tanto la divinidad de Jesús es una de sus dos naturalezas, no la plenitud de su persona. Ser madre de Dios, es lo mismo que estar diciendo que es madre de una sola naturaleza que, además, es espíritu porque Dios es Espíritu, y un espíritu no tiene carne ni huesos. La persona lo es Jesús. No podemos olvidar que sus dos naturalezas, aun no estando mezcladas ni confundidas, no pueden dividirse. Jesucristo no es Dios, no es Hombre. Jesucristo es Dios y Hombre indivisiblemente.

Cuatro ejemplos claros:

1.- María madre de Dios: se está indicando la maternidad de una sola naturaleza, y con ello dividiendo la persona, por tanto que se está omitiendo su humanidad que es indivisible de su divinidad, y se están confundiendo y mezclando a su vez sus dos naturalezas por tanto que el Hijo de Dios, es Dios de Dios, engendrado del Padre y de la misma naturaleza y sustancia que el Padre, que no de María.

2.- María madre de hombre: igualmente se está indicando la maternidad de una sola naturaleza, y con ello dividiendo la persona, por tanto que se está omitiendo su divinidad que es indivisible de su humanidad, y se están confundiendo y mezclando sus dos naturalezas por tanto que Jesús, como hombre, es engendrado por obra del Espíritu Santo, y consustancial a María, que no a Dios.

3.- María madre de Jesús: Aquí sí. Como madre de Jesús se está reconociendo y profesando que es madre de la persona. Sin dividir y sin confundir ni mezclar sus dos naturalezas distintas.

4.- María madre del Señor: Igualmente sí. Como madre del Señor se está reconociendo y confesando que es madre de la persona. Sin dividir y sin confundir ni mezclar sus dos naturalezas distintas.

No olvidando que la Escritura no indica nunca que María es madre de Dios, sino madre de Jesús (cf. Jn. 2:1; Jn. 2:3; Hech. 1:14). Y en una única ocasión, por medio de Isabel, madre de mi Señor (cf. Luc. 1:43)

En Cristo Jesús, Raül Gil

PD. Dios mediante, continuará...


dijous, de gener 24, 2013

Todos hemos pecado a los ojos de Dios!


Nunca digas que eres buena persona. Ni siquiera el Señor Jesucristo, que es sin pecado, se atrevió a hacer semejante afirmación. De hecho, cuando una persona le dijo —"Maestro bueno", el Señor le contestó: —“¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”. Y si el Señor Jesucristo dice que "ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”, esta es la verdad que se debe creer por sobre nuestros pensamientos y entendimiento, y por muy buenos que nosotros mismos nos veamos y consideremos.

Decir que somos buenos es lo mismo que declarar que el Señor Jesucristo no dice verdad cuando afirma que “ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”. Y más cuando la misma Escritura, en otro lugar, nos dice que "no hay ni un solo justo".

No digas que eres bueno, porque si verdaderamente fueses buena persona, si fueses justo a los ojos de Dios, no necesitarías para nada al Señor Jesucristo, puesto que él no vino, no sufrió el calvario, por los justos, no, sino que claramente el Señor nos dice —“Yo no he venido a llamar a los justos, sino los pecadores”.

Tú dirás: —pero es que yo no he hecho nunca mal a nadie, soy buena persona. Bien, la Escritura nos dice que aquel que incumple un solo mandato, incumple toda la ley. E incumplir la ley es cometer pecado a los ojos de Dios. Y claramente de nuevo la Escritura nos lo dice: “la paga del pecado es muerte”. Es decir; que aquel que peca, que incumple un solo mandato, ya merece a los ojos de Dios su juicio, ya ha pecado ante él.

Ahora, llegados aquí, tú mismo hazte la siguiente reflexión para ver si has pecado alguna vez o no lo has hecho nunca. Y si tras reflexionar sobre la palabra de Dios, tú, ante él, puedes convencerlo que nunca has cometido pecado, tal vez podrás decir que eres bueno. Pero si la palabra de Dios te muestra que has incumplido el mandato... Leamos la palabra de Dios:

Gálatas 5.14.- En efecto, toda la Ley encuentra su plenitud en un solo precepto: ama a tu prójimo como a ti mismo 

Toda la Ley, todos los mandatos de Dios, todo aquello que a Dios le gusta, como hemos leído, encuentra su plenitud en un solo precepto, un solo mandato: AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.

Ahora se sincero ante Dios: ¿Amas a tu prójimo como a ti mismo? ¿Todos los días? ¿En cada momento? ¿Sin acepción de personas? ¿Estás seguro? Hay que tener en cuenta que no se trata de intentarlo, no, sino de cumplirlo, porque en el momento que dejamos de cumplir un mandato, una única vez, tan sólo un momento, ya hemos incumplido, porque así está escrito y por parte nuestra, toda la ley. Ya hemos pecado y hemos dejado de ser buenos y justos a los ojos de Dios.

Un ejemplo: ¿cuando has dado ropa a una persona necesitada, se la has dado nueva o, al contrario, te has comprado tú la nueva y has dado la que ya no te hace gracia? Si lo has hecho así queda claro que no has amado a tu prójimo como a ti mismo, sino que te has amado más, mucho más, a ti mismo, por lo cual: MANDATO INCUMPLIDO, Y PECADO ANTE DIOS!

Reflexiona sobre tu actitud en todas las áreas de tu vida, y mira si has sido capaz todos los días de amar a los otros EXACTAMENTE como te has amado a ti mismo... Ya tienes la respuesta, ¿verdad? GLÒRIA A DIOS, para ello vino Jesús, para buscarte a ti, y mediante su palabra y obra, hacerte ver que no eres bueno ni justo a los ojos de Dios, pero gracias a tu fe en él, cuando le aceptas como tu salvador, Dios Padre te perdona todos los pecados que has cometido. Esta es la base y fundamento del Evangelio que nos ha dado a conocer nuestro Señor Jesucristo. ¿Entendidos?

Hace falta reflexionar y ser sinceros ante Dios. Y si la palabra que hoy has leído te ha mostrado que no has guardado el mandato, es el momento de pedir perdón a Dios Padre y darle las gracias por su Hijo Jesucristo y todo aquello que por nosotros ha hecho, hace y hará.

En Cristo Jesús, Raül Gil

dijous, de gener 10, 2013

También los demonios creen, y tiemblan



Sant. 2:19.- Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan
 ¿Tienes temores? ¿Tienes dudas? ¿Te ves acorralado? ¿Te ves sin salida? ¿Tiemblas antes la adversidad?... Lee bien, los demonios también creen, y tiemblan.

Si todo ello se está dando en tu vida, si estás teniendo dudas o temores. Si te estás viendo sin salida, si tienes miedos ocultos… te sugiero que rectifiques ante el Señor, porque ello, como hemos leído, es lo que les acontece y sucede a los demonios que, creyendo que Dios uno es, que existe, que es, aun así tiemblan.

Todo ello se da en nosotros, los creyentes, cuando hemos caído de la fe, cuando nos hemos dejado llevar por las mentiras y engaños del diablo, y en vez de creer en las promesas y palabra de Dios, estamos dudando de las mismas y, por ello, dejando de dar alabanza y gloria a Dios.

¿Qué es la fe? Escrito está: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Y el enemigo sabe muy bien que si logra sembrar en nosotros la duda, el desconsuelo, el temor, ya ha logrado apartarnos de la fe y, por ello, e igualmente está escrito; "hemos dejado de agradar a Dios, por tanto que sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan". 

Mírate a ti mismo ahora. Mira si ves que existe en ti algún temor, alguna duda, algún desconsuelo, si estás temblando por lo que te está aconteciendo, etc, y si se está dando, ten la certeza que tu fe está siendo débil y que el enemigo está tratando de engañarte y apartarte del Señor.

Es tiempo de oración y lectura bíblica, e incluso ayuno de ser necesario. Es el momento de acudir al Señor, y a solas con él, en tu habitación; contarle tus temores y dudas hasta ser librado de ellas. Y lo debes hacer, porque cuando se da el temor, cuando temblamos por todo cuanto nos está pasando y como hemos leído, es muy posible que se está dando la fe de los demonios en nosotros mismos, por tanto que estos, aun creyendo en Dios, TIEMBLAN DE MIEDO.

Si crees, pero tiemblas de miedo, escrito está que estás creyendo conforme creen los demonios mismos. Revisa tu condición, y no dudes de acudir al Señor y clamar porque te restaure de nuevo y quite de ti todo espíritu de derrota, engaño y temor.

En Cristo Jesús, Raül Gil