dilluns, de novembre 03, 2008

Los Santos...


La Biblia llama "Santo" a aquello que está consagrado a Dios. Por tanto, siendo que Dios es un Dios de vivos que no de muertos, deberemos empezar a bien entender que: Los “Santos” de Dios, es decir, los que Él y para si ha consagrado; siguen estando vivitos y coleando. Para Él, que no para nosotros, por tanto que todos hemos de ser juzgados, sin acepción, el día por Dios dispuesto, que es cuando serán abiertos los libros, y también el otro libro, que es el libro de la vida mismo. Pero a los ojos de Dios, todos ellos, sus consagrados, están vivos, por tanto que lo que Dios da no lo deroga.

Ahora bien; esto nunca deberemos tratar de entenderlo a un nivel carnal, en base a nuestro particular y propio razonar, por la sencilla razón que aquí, en este asunto y en concreto, es necesario todo el discernimiento espiritual que la palabra “Santo” conlleva.

Como está escrito, y ya he señalado, lo que Dios da no lo deroga, y si Dios ha consagrado a hombre o mujer alguno para su servicio, por siempre ante Él estará consagrado, a sus ojos será por siempre un Santo, aunque no necesariamente lo sea igualmente para los ojos de los hombres.

Siendo que los Santos consagrados a Dios, en su vida, siempre actuaron a conforme Su voluntad, ellos, por siempre, siguen siendo escuchados por Dios, me explico: Todas sus oraciones, todas sus súplicas, todas su intenciones, cuando fueron expuestas ante Dios, mientras estuvieron entre nosotros, estas, fueron por Él aceptadas, y a día de hoy las mismas, que no otras, siguen intercediendo ante Dios en clara alabanza para con Él, e intercesión perpétua para con –y por– todo el pueblo santo.

Dios no olvida, siempre tiene presente a su pueblo. Y los Santos de Dios, aquellos que por Dios fueron consagrados, dan testimonio contínuo ante Él, en nombre de todos cuantos hoy estamos esperando. Las oraciones que los Santos hicieron en vida han quedado por siempre ante Dios intercediendo por todos nosotros.

Un Santo es también quien ante el llamado, no duda y voluntariamente consagra su vida a Dios, es también quien ha entregado todo su ser al servicio de Dios, y a su vez, un intercesor eterno ante Dios, por tanto que Dios es un Dios de vivos, que no de muertos, y todo aquel que ha sido consagrado por Dios mismo, siempre está presente ante Dios hasta el día del juicio, que no es otro y como he dicho, en el que serán abiertos los libros, y el otro libro, el de la vida.

Bueno, es un tema que necesita de oración, de meditación, y como no, de entrega total al Evangelio, por tanto que solo son Santos aquellos que en verdad han entregado sus vidas junto al Cordero.

Quizás otro día les hable más de ello. Hoy, considero más debido el dejar que el Espíritu obre en cada uno de ustedes, los que están oyendo.

Que Dios Padre, y en el Nombre de Jesucristo el Señor, derrame su gracia y paz sobre todos vosotros.