dimarts, d’abril 18, 2006

El corazón de Cristo

Que Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo te bendigan.

Si no buscamos el corazón de Cristo, si no nos esforzamos por unir todas las cosas en Cristo, si no luchamos por hacer una unidad real en Cristo, no venceremos nunca al maligno. Dios está pidiendo la unidad del cuerpo de Cristo para mostrar por siempre su Gloria.

Y Dios no está buscando multitudes, ese tiempo ya paso, está buscando verdaderos siervos, verdaderos discípulos guiados en plenitud por Cristo mismo. Dios está levantando y reclamando a sus hijos en base a la promesa dada:

1Jn. 2:27 "Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él".

Dios pide una iglesia (cuerpo) unida en verdad, sin pretensiones individuales, sin intereses personales, sino en unidad, en plenitud de unidad en Cristo, y esta iglesia será la vencedora (va a ser). No hay otra forma de vencer al maligno sino es por medio de la unidad del cuerpo. Dios está pidiendo una iglesia que le de toda la Gloria a su Hijo.

Terminaron los sistemas, terminaron los super-hombres, terminaron las grandes congregaciones y el perseguir el tener más y más miembros. Ahora Dios está pidiendo unidad del Cuerpo. Ahora es el tiempo del remanente, del verdadero pueblo. Dios está levantándolos individualmente y personalmente en multitud de lugares (naciones y pueblos), para unión del cuerpo. Vienen con fuerza, verdadera fuerza, la dada por la unción que les muestra todas las cosas. Saben todo, lo ven todo, entienden todo, pero en base a un corazón, a un único corazón: EL DE CRISTO. Todo lo que viene de nuevo arranca desde ahí, desde el corazón de Cristo. Es la base, es el final del principio de los tiempos.

Eso es lo que pide Dios, ni más ni menos. Y no es trabajo fácil, pues como bien sabes; es arduo, penoso, amargo y como no, costoso, tiene un coste, un elevado coste, pero no para unos pocos sino para la totalidad del cuerpo. Se acabo el tiempo de que unos si, y otros... coman del resto. Es tiempo de entrega total y el que no, ha de ser desechado de entre ellos. Es tiempo de victoria. Es tiempo de volverse a Dios y que él les muestre todas las cosas. Es tiempo de conocer a Cristo y su verdad en todas las cosas.

Pero esto no hay que centrarlo en congregación alguna, sino en individuos y en particular. Dios pide que empecemos desde abajo, desde la plenitud individual en Cristo. Buscando cada cual a Cristo y como no, individualmente descansando (tratando de hallar descanso) en Cristo. Cuando los miembros de una congregación y de forma individual busquen en verdad a Cristo, la bendición de Dios recaerá sobre todo el Cuerpo, pues este y desde ese momento, saldrá fortalecido desde el primer paso hacia la total plenitud del Cuerpo. Ya no es responsabilidad de unos pocos, sino de la plenitud de ellos.

El corazón de Cristo, busquemos el Corazón de Cristo, tengámosle a él y venceremos por siempre al maligno.

Busquemos su corazón y desde él, desde su fluir, desde su latir, desde su sentir, edifiquemos todos y a la vez: EL CUERPO DE CRISTO, el vencedor, el que en voz alta dirá: VEN SEÑOR JESÚS, ESTAMOS DISPUESTOS!!!!!!

Nada más por hoy hermano, fue un compartir para bien de todo el cuerpo.

Bendiciones.

dilluns, d’abril 17, 2006

Sin aparente salida

No creas hermano que en mi hay felicidad, sino todo lo contrario, hay desasosiego, lucha, guerra, decepción y como no, desesperación. No creas que me resulta fácil andar junto con Cristo mi Señor cada día, no, no me resulta nada fácil. Pero sabes, algo he aprendido en mi solitario caminar: que todo es para bien mío, que Dios así lo ha predispuesto para gloria de su Hijo, en su momento dado.

Ando cada día buscando, escudriñando, muriendo, entregando, ando cada día en lucha, toda ella, para vencerme a mi mismo. No siempre entiendo, ni comprendo el por qué, pero si algo se, es que así es y he de aceptarlo para la gloria de mi amado.

Lloro, me rindo, sufro, me entrego, nada aparentemente gano, pero en el fondo, en lo más profundo de mi corazón, anhelo la libertad, el salir, el expresar, todo cuanto Dios me ha dado. Pero no, no es posible, no lo logro, está cerrado. No hallo la salida para lograrlo.

Y entiendo, empiezo a entender, comprender y aceptar, que todo es un bien necesario para lograr romper y por siempre mi caparazón humano, el que está impidiendo la gloria de mi Señor amado.

Sigo luchando, llorando, sufriendo, aceptando, esperando y como no, muriendo a mi yo, para gloria de aquel por el cual he sido llamado. No se el tiempo, ni el lugar, ni tan siquiera el propósito dado, pero ando buscando una salida, una puerta de salida para gloria del Espíritu Santo.

Le pido, le suplico, que la halle, que halle la puerta de salida par gloria de aquel que todo me lo ha dado. De aquel que está ansioso de salir y decir al mundo entero. DE NUEVO VENGO, ESTAD PREPARADOS!!!

Bendiciones de lo alto.

dilluns, d’abril 03, 2006

El llamado de Dios

Si estas teniendo o crees tener un llamado de Dios para estos tiempos, deberás tener muy presente que ese llamado o visión no necesariamente será el general para todo el Pueblo Santo. No hermano, no siempre aquello que Dios nos da y consiente a nosotros y en particular, es definitivamente verdad única para todo el Pueblo Santo. Dios bien puede concedernos aquello que hay en lo más profundo de nuestro corazón, pero nunca deberemos pensar y dar por sentado a primeras que ello, necesariamente, sea la voluntad y llamado general de Dios para todo el Pueblo Santo, o si lo prefieres y más en particular, para todos los miembros de tu congregación.

Tengamos en cuenta que Dios nos llama a cada uno de nosotros para el bien y unión de todo el Cuerpo, es decir, la iglesia, pero nunca nos llamará para división de ellos. Entiende hermano, Dios nos llama a cada cual para un propósito claro y el cual siempre vendrá condicionado por nuestra elección personal (libre albedrío) y en base a nuestros -y quizás- anhelos profundos de nuestro corazón y los cuales, no necesariamente serán siempre aquello que en un principio Dios tenía primeramente predispuesto para nosotros, pero ante nuestra insistencia, ante nuestra decisión, Dios consiente que sus hijos dispongan finalmente de aquello que forma parte y les pide su más profundo corazón. Y esto y como he dicho, no siempre será conforme y en un principio, tal cual lo tenía predispuesto Dios, pero por su amor, por su gran amor hacia nosotros, finalmente nos conceda aquello que hay y le pide nuestro corazón.

Tengamos presente que quizás Dios nos lo consienta porque aquello que le pide nuestro corazón no es impedimento para Su obra. Recordemos que Dios es creador y por consiguiente, por amor a sus hijos, puede hacer nuevos ajustes y cambios si con ello satisface aquello que desean con el corazón sus hijos, a sabiendas que siempre serán consentidos, si en ellos y mediante ello, si en su petición y al final, podrá ser mostrada igualmente y en su totalidad la plenitud de la obra que desde el principio tiene prevista Dios. La cual y como bien sabéis, esta, Su voluntad final, no cambia.

Una forma clara y contundente de saber si aquello que aparentemente nos pide Dios, es para nosotros en particular o para todo el Pueblo Santo, es mirando si la aplicación de ello puede producir (por leve que sea) división del cuerpo. Tengamos presente que el fin de los tiempos y culminación de la obra de Dios es el ser todos un cuerpo en Cristo y el cual, esté plenamente preparado para recibirle en plenitud como Rey y Señor. Entonces pues, nuestro llamado, sea cual sea, siempre ha de estar basado en esta ley, es decir, la ley de unión.

Y como no, recordar cabe, que nuestra guerra no es contra carne ni sangre, sino contra satanás y sus potestades, y estos, se encuentran y guerrean en lugares celestiales. Así pues, las circunstancias que den lugar no han de ser guerreadas nunca con nuestro cuerpo y talentos naturales, sino con los dones del Espíritu y en lugares celestiales. Dios y como bien sabéis, nos dará toda clase de bendiciones espirituales (poder) para que podamos vencer la guerra que tendrá lugar allí donde Dios predispuso está nuestro lugar, el cual, no es para ser abandonado ni ser vencidos, sino para ser tomado por el Poder de Dios. Ahora bien, esta toma de posesión no necesariamente tendrá lugar en el tiempo que para nosotros dispuso Dios. Tengamos presente que para Dios no existe el tiempo y el lugar, sino la eternidad. Quede claro en ti esto: Nuestro tiempo no necesariamente ha de ser y será el tiempo de Dios.

Así pues, antes de entrar en guerra cualquiera, antes de dar el paso final, determina seriosamente y en profundidad (lleve el tiempo que lleve) cual es el propósito real de Dios para ese “tu” llamado, no sea que al final, más que unir, acabes haciendo trizas al dividir por enésima vez, aquello que Dios predispuso desde antes de los tiempos: UNIR A TODOS EN UN MISMO CUERPO PARA GLORIA DEL QUE ES Y SERÁ POR SIEMPRE REY Y SEÑOR DE TODOS LOS TIEMPOS: CRISTO NUESTRO SEÑOR!!!!